Opinión

Todos llevamos un viejo encima

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De vez en cuando la vida te pone en las manos canciones que no solo se escuchan sino que se viven. Es el caso de la mayoría de las que ha compuesto Joan Manuel Serrat, considerado sin duda como el mejor cantautor que ha dado este país. Quedarse con una sola es casi tarea imposible, como lo es elegir cinco, diez o si me apuran veinte, pero lo cierto es que el otro día volví a escuchar la magnífica ‘Llegar a viejo’ y reparé una vez más que sus temas siempre te hacen reflexionar.

Porque precisamente estamos ante una canción en la que el genio del Poble Sec nos habla de lo que a todos nos espera y a muchos ya les toca y que no es otra cosa que envejecer en un mundo que cada vez pone menos «luces en el camino» y más trampas digitales, físicas y sociales.

Hace apenas unos días, el Ayuntamiento de Ibiza ha inaugurado la Oficina del Mayor. Un servicio necesario, útil y digno de aplauso. Acompañar a nuestros mayores en gestiones del día a día, explicarles cómo usar un cajero, ayudarles a descargar un justificante del médico sin que tengan que pasar por una odisea informática o simplemente que se sientan acompañados… suena básico, pero en estos tiempos parece hasta revolucionario que un ayuntamiento apueste por los mayores, ya que a día de hoy llegar a viejo se parece más a una carrera de obstáculos que a un paseo tranquilo hacia el merecido descanso. Y es que aunque Serrat nos canta que ojala «se llevasen el miedo… y nos dejasen lo bailado…» últimamente está siendo todo lo contrario.   

Es cierto que vivimos más años, y eso, en teoría, debería ser una buena noticia. Pero alargar la vida sin mejorar el cómo se vive, es solo una condena disfrazada de logro médico. Porque no podemos ser hipócritas y obviar que cada vez más mayores viven solos y alejados de sus familias por la necesidad del día a día, por el ritmo laboral que nos impone esta sociedad, o por una cultura que celebra el culto a la juventud y esconde la vejez detrás de un biombo digital. Una sociedad egoísta que les exige trámites online mientras les cierran oficinas físicas, que les dice que usen el autobús mientras las líneas no llegan a los pueblos de forma eficaz y que les necesita para cuidar de sus nietos mientras les margina de las decisiones verdaderamente importantes. Una sociedad, en definitiva, que se llena la boca diciendo que les valora pero que en realidad no les escucha.

Y es que aunque Serrat nos canta que sería fantástico llegar a viejo «si se llegase entrenado, con ánimo suficiente y si el carné de jubilado abriese todas las puertas…» lo cierto es que hoy ese carné, por no abrir no abre ni las del banco, donde a pesar de haber guardado todos tus ahorros durante toda tu vida ya no atienden personas sino pantallas que no entienden de arrugas ni de temblores en el dedo. Ni tampoco las puertas del respeto con unos jóvenes que en muchas ocasiones parecen decirles, cada vez con menos disimulo, que ya han vivido lo suficiente y que es momento de quedarse a un lado sin molestar… en definitiva que sería fantástico «si el ayer no se olvidase tan aprisa».

Sin embargo, lo más doloroso es tal vez la sutil indiferencia diaria que sufren en muchos casos por parte de una sociedad que ya no les pone «luces en el camino, a medida que el corazón se acobarda» y que tampoco se preocupa por ayudar a que «los ángeles de la guarda den señales de vida». Lo más duro es que se les habla como si no entendieran y como si todo esté pensado para quienes no tienen dolores ni canas, olvidándonos que son fundamentales en nuestras vidas, que nos cocinan, nos acompañan, nos consuelan, nos dan consejos, y hasta nos aportan pensiones con las que sobreviven familias enteras.

Estoy completamente de acuerdo con Serrat cuando nos canta que llegar a viejo merecería la pena «si se viviese entre amigos que al menos de vez en cuando pasasen una pelota…» pero el caso es que mientras muchos de los amigos se quedan en el camino van descubriendo que, por ejemplo, Ibiza no es un paraíso para todos. Seguimos intentando vender la idea de una isla preciosa e idílica pero no podemos olvidarnos que para muchos de nuestros mayores es incómoda, inaccesible y ajena. Las calles de la mayoría de las ciudades no están pensadas para caminar lento, casi todo el ocio parece diseñado para turistas o jóvenes, el transporte público es difícilmente accesible y no conecta bien, ni fácil, ni siempre y prácticamente todo lo que hay que saber y consultar en una app a través de un teléfono móvil.

Porque sería genial llegar a viejo «si la veteranía fuese un grado...si se tuviesen más ventajas y menos inconvenientes, si el alma se apasionase, el cuerpo se alborotase, y las piernas respondiesen…» pero lo cierto es que cuando las piernas no responden el entorno tampoco ayuda. Porque no se trata solo de vivir más años, sino de vivirlos con sentido, con derechos y con dignidad… y es aunque es una magnífica noticia la Oficina del Mayor del Ayuntamiento de Ibiza, no podemos ser conformistas y pensar que una oficina compensa un modelo social que margina el envejecimiento. No basta con crear un lugar amable si el resto de la ciudad o del país se vuelve hostil. No basta con enseñar a usar un cajero si todo el sistema ya ha decidido que los mayores son un estorbo que hay que digitalizar o despachar. No basta con poner un punto de atención si no hay una red humana, política y cultural que los sostenga.

Y eso pasa por políticas valientes y comprometidas más allá de actos simbólicos envueltos en titulares. Pasa por concejales y consellers valientes, como los que me consta que sigue habiendo, que se crean de verdad que hay que diseñar las ciudades con perspectiva de edad, reforzar el transporte público pensando en quien ya no conduce, mantener oficinas de atención al público reales y sobre todo incluir a los mayores en las decisiones que afectan a su vida diaria. Hace falta una revolución silenciosa pero urgente desde los ayuntamientos, los gobiernos autonómicos y el Estado y quizá, ojalá, ésta pueda comenzar por una pequeña oficina en una ciudad de una pequeña isla del Mediterráneo.

Ojalá se apostara por un verdadero giro de guion y que todos empezáramos a entender lo que Serrat resume de forma impecable en apenas cinco palabras y que no es otra cosa que el que    «todos llevamos un viejo encima»… y que nos demos cuenta, de una vez por todas, que nuestros mayores no son ellos sino que somos nosotros dentro de unos años y que envejecer no debería ser un castigo, sino el premio de haber vivido.