En 1967 se estrenaba El graduado, una comedia romántica dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Dustin Hoffman basada en la novela homónima de Charles Web en la que se narra la historia de Benjamin Braddock, un recién egresado universitario algo disperso que acaba liado con una de esas madres de José a las que cantaba el Canto del loco. También la archiconocida Grease, película musical de 1978 protagonizada por John Travolta y Olivia Newton-John, concluye con la feria organizada con motivo del final de curso en el instituto Rydell en la que disfrutan, al son de You’re the one that i want, los integrantes de las Pink Ladies y de los T-Birds. Pero la película que marcó un antes y un después en las fiestas de promoción fue sin duda Carrie, film de terror sobrenatural estrenada en 1976, dirigida por Brian De Palma y basada en la novela de Stephen King, en la que su protagonista, una humillada adolescente con poderes telequinéticos, estalla de ira en el baile de graduación de secundaria matando a todos los compañeros y profesores que la atormentaron durante el curso en el High School Bates.
Pues bien, parece que no teníamos bastante con la visita de Papá Noel y sus Elfos en Navidad cargándose de un plumazo a los Reyes Magos. Tampoco con tener que buscar huevos de chocolate escondidos por el jardín en Semana Santa en lo que se conoce como Easter egg hunt sustituyendo las tradicionales monas de pascua que nos zampábamos mientras empinábamos el cachirulo. Ni que decir tiene que Todos los Santos es más conocido ya por Halloween o que las rebajas de toda la vida han sido absorbidas por el esperado Black Friday. Aquí celebramos la Oktoberfest, Thanksgiving y hasta el Holi indio. El brunch ha sustituido el almorçaret, las muffins a las madalenas, las food trucks a las casetas, el Spring Break a la semana blanca y el April’s fool day a los Santos Inocentes. Dentro de poco celebraremos San Patricio en lugar de San Juan y el 4 de julio, día de la Independencia norteamericana, con sus barbacoas y fuegos artificiales, sustituirá al 12 de octubre como día de la Hispanidad. Pero cuando pensábamos que nada podría llegar a superar los Baby Showers repletos de flores, pasteles, globos y regalos o a los Gender Reveal con serpentinas y confetis azules o rosas para revelar el sexo de la futura criatura, llega a nuestras impostadas y horteras vidas el maravilloso mundo de las fiestas de graduación.
Da igual que tus hijos cursen infantil, primaria, secundaria, bachillerato, formación profesional, una carrera universitaria, un máster o un doctorado. Al terminar cualquiera de sus periodos escolares formativos, por nimio que éste sea, tendrá lugar una fiesta de graduación, de promoción o de final de curso en la que no faltarán los birretes al aire, las togas, las becas, los diplomas, los discursos, las orlas, los regalos y todas las familias llorando a moco tendido móvil en mano. Y ojo, porque conforme suba la edad también lo hará su coste, pues la cosa se complicará con trajes y corbatas para ellos y con vestidos de noche, zapatos, maquillaje y peluquería a lo Anne Igartiburu en las campanadas de nochevieja para ellas. A esto súmenle las cenas para confraternizar y las discotecas con sus múltiples vicios para liberar la tensión acumulada. ¡Que no falte de ná! Dentro de poco será costumbre invitar a la chica a ir al baile de fin de curso, recogerla en un Chevrolet descapotable de los años cincuenta debidamente restaurado entre padre e hijo y llevarle una orquídea para que se la anude a su delicada muñeca. Digo yo que también habrá que elegir al rey y la reina del baile, que serán el capitán cachitas del equipo de fútbol y la rubia guapa jefa de las animadoras. Y ya de paso habrá que ingerir grandes cantidades de ponche al que un integrante de la fraternidad Alfa Omega echará algún tipo de brebaje para que todos acaben en la piscina como las grecas.
Y es que parece que nadie se ha parado a pensar que esto tan solo es una trampa más vieja que el toser. Un mero negocio para sacarnos los cuartos tirando del más clásico de los chantajes emocionales. Porque no vas a ser el único rarito señalado que se niegue en redondo a pasar por el aro de este sinsentido ocasionándole a tus retoños un trauma psicológico de por vida. ¡Dios nos libre! Pero debería tenerse en cuenta que hay familias cuya economía es inferior a su ego y que pueden llegar a crearse distinciones clasistas entre chavales que están completamente fuera de lugar. Que no todo el mundo puede asumir estos costes, como tampoco los de hacer anualmente regalos a los profesores, contratar los servicios de una escuela de verano, realizar viajes exóticos de fin de curso o asistir a todos los cumpleaños de los compañeros de clase además de organizar los propios. Piensen que ahora los cumpleaños son comuniones, las comuniones bodas y las bodas… el principio del fin. Todo es a lo grande. ¡Serà per diners!
En nuestra juventud Papá Noel no era más que el personaje del anuncio de la Coca-Cola. No comíamos Panettone, sino turrón del duro. Los huevos no eran de chocolate, sino cocidos, de esos que algún simpático siempre te estampaba en la frente. Jamás nos disfrazamos de monstruitos para Todos los Santos. El respeto a los difuntos era sagrado. Nuestros padres tan solo regalaban a los profesores su más sincero agradecimiento por cuidarnos y educarnos, no una noche en Can Curreu o una cena para dos en La Gaia. Los cumpleaños se celebraban en casa con sándwiches de nocilla o mortadela de aceitunas y refrescos con tus dos mejores amigos, algún vecino y tus primos. Las comuniones se hacían en camisa y pantalón corto y se celebraban con una merienda de chocolate con algo mientras repartías los recordatorios. Solo hacía falta ir a la catequesis y asistir el día del evento previamente confesado. Y nunca tuvimos algo parecido a una fiesta de graduación hasta la conocida como cena de Próceres que tenía lugar sin tanta parafernalia cuando terminabas la carrera universitaria, momento en que realmente culminaba tu etapa formativa y había algo verdaderamente importante que celebrar. Hasta entonces tu único premio por acabar el curso era pensar en el pedazo de verano a la bartola que te ibas a pegar en el pueblo durante tres interminables meses.
Constituye un auténtico despropósito importar festividades foráneas, horteras y consumistas como estas fiestas «Prom» perdiendo las propias y fomentando una caterva de generaciones vacías de principios, valores y tradiciones autóctonas. Ya lo decía Buitre Buitaker, personaje de cómic falangista y drogadicto que residía en la estatua de Colón de Barcelona acompañado de su criado Blasito y que fue creado por Miguel Gallardo y Juan Mediavilla… «Y es lo que yo le digo a mi querido hermano padre de Luis Miguel, hay que allanarle el camino a esta generación depurada por el peligro y el desengaño para que puedan buscar en sus propias reservas espirituales acervos de abnegada austeridad».
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