Opinión

Jesús es un Cristo de no te menees…

Imagen de archivo de una de las calles de Jesús

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Hay frases que parecen hechas para bromear, pero cuando uno las dice en serio, duelen. Y esta es una de ellas: Jesús está hecho un Cristo de no te menees…

Y es que uno como el que les escribe que llegó hace ya casi ocho años a este pequeño pueblo de Nuestra Señora de Jesús, muy cerca de la ciudad de Ibiza, ha llegado un momento en el que casi no lo reconoce. Y lo peor de todo es que no soy el único. Muchos de los que llegaron hace veinte años con intención de quedarse toda la vida o nacieron aquí ahora ya están buscando un lugar para largarse cuanto antes si es que tienen la suerte o la cuenta corriente lo suficientemente llena como para hacerlo.
Y es que no hace mucho Jesús era ese sitio donde aún se podía vivir con cierta calma, con esa mezcla mágica de proximidad a la capital de la isla y algunas playas y terrazas y sobre todo, alma de pueblo. Donde todos nos conocíamos o, como mínimo, nos saludábamos. Donde si pasaba algo, al día siguiente se comentaba en la panadería o en el estanco, y donde los abuelos aún podían sentarse a ver pasar la vida sin temer que un patinete eléctrico les arrancara los pies o una furgoneta negra casi les pasara por encima...

Desgraciadamente hoy casi todo eso es historia. Es cierto que queda el entorno de la iglesia y que se ha mejorado un poco la plaza, se pusieron hace tiempo mesas de tenis de mesa, canastas y unas miniporterías y que hay zona agradable para los críos. Pero todo eso es un oasis en medio del caos. Porque el resto del pueblo ha sido engullido por una especie de vorágine urbanística, turística y automovilística que ha dejado a Jesús sin personalidad, sin calma, y —lo peor— casi sin vecinos de toda la vida.

Y es que, como en otros muchos lugares de la isla, no hay casi vivienda asequible, los alquileres están disparados, los nuevos edificios crecen como setas pero no para quienes necesitamos un hogar, sino para quienes vienen una semana con la tarjeta negra y tienen los suficientes ingresos para invertir en ella y luego seguir forrándose mientras las alquilan aún mas caras en un círculo vicioso y perverso. Cada vez quedan menos residentes, menos vecinos con raíces, y más turistas o nuevos «habitantes temporales» que lo viven todo de paso, sin vincularse con el lugar. Y mientras tanto, los que quedamos… cada vez somos menos y más cansados ante la eterna sensación de que aquí ya no manda nadie.

Cansados por ejemplo con un tráfico que es, sencillamente, insoportable. La avenida Cap Martinet, que debería organizar y conectar el pueblo, es una pista de aceleración donde coches, motos, furgonetas negras y camiones pasan como si estuvieran huyendo de algo sin hacer caso ninguno a los límites de velocidad o los escasos pasos de peatones. Además, si por todo eso fuera poco la gente aparca en doble fila con una soltura admirable. Da igual que haya un supermercado al lado, una farmacia, un colegio o una salida de garaje, cualquiera se para, encienden los warning y te dicen que son «dos minutos» mientras en muchos casos eso se transforma en un caos y en unas colas interminables.
Y mientras, mejor no hablar de la mayoría de las calles perpendiculares a Cap Martinet… Las que bajan hacia Camí de Sa Llavanera parecen una mezcla de rally con película postapocalíptica. Aceras que no existen, baches que te hacen dudar si aún tienes suspensión, direcciones que cambian cada mes para volverte aún más loco o semáforos apagados que solo sirven para decorar mientras cruzar por el paso de peatones se convierte en un deporte de riesgo solo apto para los más valientes.
Jesús se está vaciando de los suyos mientras se llena de prisas, de especulación, de ruido, de gente de paso y de turistas a los que no les importa lo que se encuentran aquí. De esos que en su mayor parte disfrutan de sus días sin respeto al horario, a las normas o a unos vecinos que vemos con tristeza y con rabia como un sitio que amamos se nos escapa entre los dedos.

Y no es que queramos volver al pasado, ojo. No se trata de vivir como en 1960, ni de cerrar las puertas al que viene. Todo lo contrario. Jesús siempre ha sido hospitalario y por ello este artículo no es solo un desahogo sino también un llamamiento a quien corresponda, desde el Ayuntamiento de Santa Eulària hasta el último concejal que pasea por aquí en campaña prometiendo y haciéndose fotos.
Por favor, miren Jesús con ojos de vecino. Dejen de ver solo la fachada bonita y miren debajo de la alfombra. Aquí hay problemas reales, diarios, urgentes. Hay que regular el tráfico, repensar las direcciones de las calles, arreglar aceras y calzadas, poner más control, más seguridad, más limpieza, y sobre todo… más alma… antes de que el corazón de este pequeño gran pueblo deje de latir de una vez por todas. Aún lo sigue haciendo cada vez con más dificultad entre entre tanto cemento y tanto claxon y si lo hace es porque aún hay vecinos que lo defendemos, que lo cuidamos y que solo pedimos poder vivir tranquilos, con dignidad y con cierta calidad de vida en el pueblo que elegimos hace tiempo para echar raíces.

Jesús no necesita milagros. Necesita sentido común y voluntad política. Y si no lo hacemos ahora, puede que pronto ya no quede nadie para reclamar nada, porque nos habrán echado a todos… uno a uno, sin aspavientos, pero con total eficacia… y eso si que sería un auténtico vía crucis.