Mientras las fuerzas de la OTAN siguen con su plan para acabar totalmente "eso anuncian" con el poder militar y armamentístico de Yugoslavia, la policía y el ejército serbios de Slobodan Milosevic prosiguen su terrorífica tarea de borrar todo vestigio de kosovares albaneses de un territorio que han compartido y que va a ser aniquilado si antes no se consigue que Milosevic entre en razón o deponga su actitud.

Lo que no parece fácil porque, como todo dictador, se vale del enemigo exterior, que él mismo se ha buscado, para convencer al pueblo de la necesidad de luchar por su propia supervivencia cuando es la de los kosovares la que peligra totalmente. Dado que se ha borrado todo rastro de información veraz, la reacción popular es la misma que se observa en otras latitudes como Irak, Irán o Cuba: la gente apoya a su dictador en contra de la injerencia extranjera.

Pero, mientras tanto, se fusilan civiles musulmanes, sin distinción de sexo o edad. Soldados y policías disparan contra los kosovares para acabar definitivamente con ellos. Y se ha producido el intento de éxodo total. Con lo poco que pueden recoger y llevar consigo, familias enteras, aunque diezmadas terriblemente, se dirigen a Macedonia y a otros puntos para escapar de la tragedia.

Mientras los serbios bailan sobre los restos de un carísimo F-117A Stealth que fue derribado, pero cuyo piloto resultó sano y salvo, sus terribles enemigos, los llamados terrorista kosovares, huyen de su casa y de su tierra, abandonándolo todo.

Una tragedia causada por el nacionalismo serbio y, en especial, por Milosevic que quiere perpetuarse en el poder exaltando los sentimientos racistas serbios. Un éxodo que puede causar una auténtica catástrofe humanitaria, que se anuncia como la más grave desde la última gran guerra europea.