El ministro británico del Interior, Jack Straw, decidió autorizar el proceso judicial para conceder la extradición a España de Augusto Pinochet para ser juzgado de los delitos que constan en la petición de la Justicia española. Con ello, el señor Straw no ha sorprendido a nadie. Ni a las partes ni a los interesados ni a la opinión pública mundial.

Pero ha abierto un proceso que va a resultar un calvario para el viejo dictador que fue de compras a Londres y se ha convertido en un preso de lujo, pero un preso, al fin y a la postre. Lo que para muchos es una situación cómoda y hasta envidiable "permanecer en una residencia de lujo en una zona de extraordinaria belleza", para el dictador es una situación que le produce estupefacción y dolor.

Quien se creía el salvador de Chile, el gran patriota, ve, ahora, cómo se le trata como a un traidor, un asesino y, lo que es peor, como una persona corriente y vulgar, sin derecho a la inmunidad. Él no cree que se trate impunidad porque sostiene y piensa que lo que hizo fue limpiar el país de marxistas traidores. De modo que el tiempo que ha permanecido en el hospital y en la residencia actual ha constituido un calvario.

Pero, ahora, va a seguir un largo proceso porque sus abogados van a intentar demorar la última decisión de la Justicia británica antes de que se le obligue a viajar a España como un preso preventivo. Un prisionero de lujo, pero prisionero, al fin y al cabo.

Hasta que se llegue a la celebración del juicio, Pinochet va a tener que sufrir muchas afrentas porque en Inglaterra es tratado como un ciudadano que permanece vigilado para ser entregado a otro país, pero en España ya será otro cantar. Para un dictador como él, éste será, sin duda, un largo y terrible calvario: de héroe a villano.