El viaje a Hispanoamérica ha constituído un éxito notable, no solamente para el presidente del Gobierno español, que ha visto cómo su figura es considerada en aquellas tierras hispanas, sino para España en general y, especialmente para Europa que tiene, en España, un puente tendido a aquellas tierras.

España y, en menor medida, Portugal, son los dos países que, perteneciendo a la Unión Europea, pueden integrarse, perfectamente, en la vida latinoamericana por razones de todo tipo. Desde históricas hasta de consanguinidad. Pero también políticas, sociales y hasta económicas.

Desde que la Península Ibérica alcanzó la libertad y la práctica democrática en dos transiciones absolutamente memorables por lo ejemplarmente pacíficas, España y Portugal representan un modelo a imitar por aquellos países que, tengan o no práctica democrática, en la actualidad, han vivido convulsiones políticas, revoluciones y guerras civiles como la aparentemente inacabable de Guatemala que acaba de finalizar.

El periplo de José María Aznar por Paraguay, Brasil, Venezuela, Ecuador y Trinidad y Tobago ha sido necesario, no solamente por la debida asistencia a la cumbre de Río, sino por la necesidad de prestarles apoyo. Si Suárez abrió una nueva etapa española con su prestigio, González también tuvo papel fundamental en la intervención española en instituciones internacionales, reuniones y apoyos a la democracia.

De manera que, como era de esperar, José María Aznar ha reforzado el prestigio español, ha confirmado nuestra ayuda y se ha demostrado como la bisagra que necesita Europa para la convivencia con una zona lejana, pero muy nuestra, que precisa incoporarse a un mundo cada vez más globalizado, según el término acuñado recientemente.