El cerco policial que puso asedio a la droga en el corazón de sa Penya, tal y como se inició, ha pasado a la historia. La presencia permanente de agentes de policía en los accesos a este «ghetto» de la ciudad ha cesado y se ha vuelto, aparentemente, a la situación anterior en la que nos encontrábamos. La «Operación Esperanza» es uno de las más ambiciosos programas contra la droga que se han montado en Eivissa. Durante semanas, el control del barrio fue casi total, lo que ha permitido a la policía un conocimiento bastante exacto de qué es lo que en realidad sucede en esta parte de la ciudad. El director insular de la Administración del Estado en las Pitiüses, Luis Carlos Fernández Tejerina, asegura que se trata de un proceso de transición hacia una segunda fase del plan en la que se trabajará desde dentro, pero los vecinos creen que, en realidad, se trata del fin de un intento fallido que deja atrás muchas horas de labor policial y no demasiadas detenciones ni aprehensiones. Es cierto que la situación que vive sa Penya no podría permitir un control como el que se vivió en los meses de invierno y sería impensable por sus costes un intento de vigilancia exhaustiva en el momento en el que se produce una afluencia de visitantes que desbordaría la capacidad de las patrullas, pero también es verdad que sa Penya ha podido volver a disfrutar de su marginalidad en la que se escuda la venta de droga. Un simple paseo por las entradas a este barrio evidencian que, con todo, no se han producido cambios. Esto, obviamente, desconcierta y molesta a los ciudadanos, que quieren que la situación se prolongue aún más y que, como sustento de la Administración Pública, quieren que todo esfuerzo tenga su recompensa. Las autoridades no han sabido explicar a tiempo qué está pasando y es lógico que la ciudadanía se revuelva. Es hora de que todos aprendamos un poco más.