Con la tradicional y cada año más mediática «pegada de carteles», los candidatos a ocupar los principales cargos en los municipios, Consells y Govern se lanzaron en la medianoche del viernes a una campaña electoral que durará oficialmente dos semanas y que en realidad nos viene martilleando con mensajes electoralistas más o menos camuflados desde hace meses.

Lo que nos jugamos ahora es el gobierno de las instituciones más cercanas a la ciudadanía, aunque muchos quieren ver en estos comicios una especie de duelo entre los dos grandes líderes nacionales, para comprobar cuánto de su apoyo popular mantiene cada uno.

Cuestiones partidistas aparte, lo cierto es que los ciudadanos tenemos que elegir en esta cita con las urnas un modelo de ciudad, de isla y de autonomía. En asuntos de este calado, tan próximos, los candidatos juegan bazas en apariencia sencillas, pero que tienen que ver mucho con la realidad y con el futuro de nuestra sociedad. El diseño de ciudad, el transporte público, las guarderías, las carreteras, los árboles, los parques, la limpieza, la seguridad, las propuestas para los niños, los ancianos, los enfermos... todo ello conforma el modelo de sociedad que anhelamos y mientras unos ofrecen grandes obras faraónicas para dotar a la ciudad de edificios emblemáticos, otros prefieren fijar el objetivo en resolver problemas reales, pequeños si se quiere, pero que afectan definitivamente a la población: ¿Dónde y cómo escolarizar a mi hijo? ¿Quién ayudará a mi madre enferma y mayor? ¿Quién controla la seguridad en mi barrio? ¿Por qué sigue estando sucia la ciudad? ¿Cuánto se invierte en deporte, en cultura, en salud, en mejorar los accesos, en residencias de ancianos, en personas marginadas...? La vida de una ciudad, de una isla, de una autonomía, a la postre, es la vida de todos y cada uno de sus habitantes.