Del 17 al 29 de junio pasado tuvo lugar en El Escorial la Asamblea General anual de Cáritas Española. Los representantes de todas las Cáritas Diocesanas junto con los dirigentes de la Confederación y con la colaboración de las personas técnicas de los Servicios Generales estudiaron la situación actual de nuestro país, recibieron la información económica y social correspondiente al ejercicio 2013 y los presupuestos y previsiones para el actual ejercicio, y tomaron las decisiones pertinentes para que Cáritas pueda seguir cumpliendo la misión que le corresponde en nombre de la Iglesia toda.

Como resultado de los análisis, discusiones y reflexiones realizados durante esos tres intensos días, la Asamblea General aprobó una declaración final, de la que entresacamos algunos párrafos destacados. Y así, al comienzo se dice que aunque a la luz de los datos macroeconómicos comienza a difundirse la idea de que la crisis ha terminado, «constatamos, sin embargo, que sus efectos más graves no han desaparecido en el día a día de las personas más desfavorecidas. Es más, una eventual salida de la crisis dejaría tras de sí una sociedad más desigual y precaria, con nuevas víctimas que se suman a las que ya existían antes de la recesión, con unos derechos sociales más restringidos y expuestas a una forma de analizar la realidad que, sin rubor, entiende que las personas sólo son «rescatables» si las leyes de la economía lo permiten».

En ese contexto de sufrimiento muy extendido, «queremos ser una Cáritas que camine con la mirada puesta en dos referencias: Cristo y los pobres». Y, en consecuencia, los representantes de Cáritas afirman sentirse obligados, entre otras cosas, a «salir a las periferias para acompañar a los que quedan excluidos de todos los espacios y desarrollar iniciativas innovadoras y significativas que pongan de manifiesto que es posible vivir desde lógicas alternativas a modelos económicos individualistas», «hacer incidencia pública para denunciar las estructuras de injusticia, dolor y sufrimiento, y realizar propuestas concretas que ayuden a poner en práctica el mensaje del Evangelio», «no sustituir la acción de las Administraciones públicas, desde una convicción del cuidado de «lo común» sustentado en los principios de subsidiariedad y solidaridad».

Cáritas asume estos compromisos «empujados por una realidad en la que se siguen construyendo muros cada vez más altos, verjas que cercenan sueños y cruces trenzadas con «concertinas». Siguen existiendo espacios prohibidos para muchos, derechos que ya no lo son y lógicas que nos invitan a pensar únicamente en nuestro propio bienestar». Ante ello, «junto con nuestra denuncia lanzamos también un mensaje de anuncio y esperanza, convencidos de que juntos podemos aportar elementos para la construcción de un nuevo modelo social en el que los bienes sean para todos y donde el otro es de verdad nuestro hermano».