Pasa que las interpretaciones incorrectas de un término puede traer malos entendidos; pero pasa que cuando se interpreta mal un término que es matriz de un sistema político cambian las instrucciones del juego. Y si el término ninguneado es ‘democracia’, pisas el suelo de un régimen político. La cuestión que me turba es encontrar en los principios éticos del Partido Popular, el punto en el que todo se tira por la borda y deciden crear sus propios conceptos montando el pitote de un fraude electoral abanderando una democracia que nadie reconoce.

Las noticias las miras guiñando un ojo, como esperando la hostia, a veces te relajas un poco en el sofá cuando escuchas «regeneración democrática» y cuando estás desprevenido te lanzan en toda la cara una reforma electoral que no goza ni de un mínimo consenso ni expresa el clamor popular. Perdonen ustedes, pero eso es entrar a las bravas a cañón y metralleta en el Congreso. Y me veo yo el teléfono en Génova echando humo y al otro lado de la línea el alcalde acojonado y al cacique local nervioso, pidiendo, entre gemidos y sollozos, que el señor presidente se acuerde de ellos con misericordia y los guarde en su gloria. Y el señor presidente, en aras de la democracia por la que siente y miente, con suavidad y una sonrisa se postra y complace.

Cuando en un despacho se forman las listas electorales tampoco se hace democracia. Cuando gobierna la lista más votada no hay pluralismo político, cuando rebuscas un camino correcto para hacer lo incorrecto se dice fraude. Cuando en tus listas hay más de 220 imputados/condenados y no se refuerzan las vías legislativas o judiciales para evitarlo se llama injusticia. No jugamos al mismo juego si encuentras el clamor popular en la exigencia del cambio de ley electoral; pero es que cuando el sabio señala la luna, el tonto se fija en el dedo.