El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30h de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en su sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros”. Sabias palabras de Gabriel García Márquez en su famosa obra que da título a este artículo.

El día en que lo iban a matar políticamente Alberto Ruíz Gallardón se levantó de su escaño en el Congreso de los Diputados siendo aún Ministro de Justicia ya a sabiendas que su carrera política se iba a dar por terminada, tras la no aprobación de la Ley, o mejor dicho la retirada de la Ley del Aborto que curiosamente había sido respaldada por todos los miembros que componían el equipo de gobierno incluido el propio Presidente.

Aquello que comenzó siendo un camino de rosas para un político de los más antiguos y venerados de la escena política española en el último tercio del siglo XX y principios del XXI acabó por convertirse en epilogo de su propio destino. Su entierro político.

Muchas y variopintas han sido las causas que han propiciado desencuentros constantes entre este y la nueva guardia del partido. Sin embargo esta ha sido la definitiva en lo que a su carrera dentro del mismo se refiere.
Lo que no sabía, lo que no intuyó Ruíz Gallardón a pesar de todos sus conocimientos. De todos sus años de carrera y de toda su experiencia, era que jamás le dejarían ser un miembro destacado del partido. No porque no lo fuera ya en sí, sino porque principalmente había sobrevivido a otras épocas y eran tantas las veces que su cántaro había ido a la fuente que era de prever que acabara por romperse.

En esta partida de ajedrez había demasiados peones, demasiados alfiles y demasiados caballos y torres. Con lo que Ruíz Gallardón no contó fue que solo había un puesto de rey y otro de reina y que el segundo puesto; el de reina, tras el debacle de su propia Ley, era evidente que el traje que le habían hecho al mismo había sido diseñado para que jamás le cupiera y para que jamás pudiera ponérselo y presumir de él.

Fue cargo distinguido en numerosos Gobiernos. Pero siempre alejado de los círculos de poder. ¿Por qué sería? Cuenta la leyenda que porque era tan evidente su ansia de este que a nadie le satisfacía tenerlo a su lado. Y ya saben ustedes que en el mundo de la política si no se sabe jugar al póker cuanto menos hay que saber poner cara del mismo. Cosa que a él nunca se le dio bien en saber disimular.

Conocí a Gallardón. Al igual que a otros políticos que han hecho historia en nuestro país. Algunos buenos. Otros mediocres. Pero eso sí! Siempre haciendo las cosas con buena intención. Corría el 86 en la facultad. Y corríamos todos por las cercanías de la Moncloa como locos delante de los marrones(les cambiaron el traje gris pero sacudían de lo lindo) pues eran los tiempos en los que los movimientos estudiantiles tenían como objetivo reivindicativo mejoras en el sistema educativo. - Nada nuevo- Por correr, corría hasta el “cojo manteca” al que le faltaba una pierna y que aun así iba destrozando marquesinas de paradas de autobús, cajeros de bancos y todo cuanto se ponía a su paso. Y fue en ese 86 famoso y convulso en el que asistí atónito al discurso de Fraga en la facultad de Ciencias Políticas del que probablemente sería el último porque a partir de allí se sucedieron acontecimientos que cambiarían el curso de la historia de Ruíz Gallardón, ya que Manuel Fraga se cargó a su delfín Jorge Verstringe - al que también llegue a conocer más tarde como profesor y como persona y del que Dios me perdone, personalmente opino que estaba de atar- nombrando a su sucesor que ya pueden imaginarse ustedes que fue Alberto Ruíz Gallardón en detrimento del anterior.

Y lo que parecía sería un paseo triunfal hacia la presidencia, se convirtió para el mismo en una pesadilla, pues Alianza Popular perdió las elecciones generales lo que acabó provocando la dimisión de Manuel Fraga y la llegada de otros presidentes como Hernández Mancha que compitió por la presidencia con Herrero de Miñón y - a los que también tuve el sin sabor de haber conocido- hasta llegar a la refundación del partido en el congreso del 89 en el que se le cambió el nombre de AP por el de PP, producto de la refundación de varios partidos y en el que surgió por primera vez la cabeza del Aznar.
A estas alturas la carrera política de Gallardón más que un hecho consumado era un hecho consumido. Pero él continuó sin sentirse aludido.

Sin embargo, relegado ya de los cargos de verdadero poder que estaban siendo repartidos por Álvarez Cascos desde la secretaría general del PP, levantó cabeza al ir a un lugar por el que nadie hubiera dado un duro como fue la Comunidad de Madrid. De todos es sabido que lo importante en Madrid es la alcaldía - al menos así se pensaba y muchos siguen pensándolo-.
Allí Gallardón cambió su forma de ser. Adoptó su forma más liberal conocida, se hizo populista - toda vez que cada vez era menos “popular”- , y encarnó el único papel que le dejaron hacer: El de díscolo del partido. Una persona incómoda y todavía fuerte ya que más tarde se hizo con la alcaldía. Probablemente porque aún más incómoda y díscola que Gallardón era Esperanza Aguirre y a la que acabaron llevando a la Comunidad de Madrid. ¿Casualidad o causalidad?
Lo que no calculó Gallardón. Lo que le pudo independientemente de su propio ego fue el creer que esa eterna aspiración al trono del Gobierno de España le correspondía a él por derecho de sucesión. Porque había estado antes que ninguno y porque nadie mejor que sí mismo podría llevar al partido a la victoria y a él a las mieles del triunfo. Esa creencia en que él era mejor que nadie acabó por pasarle factura.

Por eso que el día en el que Alberto Ruíz Gallardón estaba sentado en su escaño del Congreso de los Diputados, de la Carrera de San Jerónimo y sabia que su muerte política estaba cerca recordó con aciagas lágrimas aquella frase que seguro oyera mil y una veces y que dice que vale más ser cabeza de ratón que cola de león, pensando en lo bien que hubiera estado en su municipio como alcalde, del que antaño fuera, y que cambió por un mal puesto de Ministro y una ejecutiva que a todas luces siempre le fue hostil y persona non grata. Pero la ambición tiene estas cosas. Y él siempre lo fue.

Algunos pensarán que el queso que atrajo al ratón hacia la trampa no fue en ningún caso premeditado. Sin embargo, viendo lo visto, en mi opinión la operación fue gestada por el partido político que le vio nacer, con suma astucia desde hace mucho tiempo y en un apartado lugar fuera de miradas indiscretas. Una partida en la que los peones, los alfiles, las torres pero sobre todo el rey y la reina jugaron un papel crucial sobre el tablero político en la derrota de las piezas negras - por lo de oveja negra- Y como en términos ajedrecísticos se suele nombrar como “jaque mate” en términos de política. En resumen: Pura estrategia. Para el autor de este artículo, simplemente el titulo de una novela: “Crónica de una muerte anunciada”.