Se nos escurre noviembre entre los dedos y la Navidad amenaza, como todos los años, con llegar antes. Las elecciones de 2015 resuenan en los informativos como los cánticos de mi tierra y las noticias de corrupción, de engaños y de enchufes nos devuelven con sorna al pasado. Estamos a un salto del año en el que de niños pensábamos que llevaríamos deportivas autoajustables con luz, que iríamos al trabajo en monopatines voladores y que ya se habría inventado algo para librar a nuestros hijos de hacer los deberes. Porque, esa es otra, hace 25 años todos pensábamos que pasados los 30 ya tendríamos dos o tres vástagos como nuestros padres. En mi caso nada más lejos de la realidad y, como últimamente repito por activa y por pasiva, esta realidad que nos ha tocado vivir supera con creces la ficción.

El futuro, ese pretérito que pintaban Robert Zemeckis y Steven Spielberg en Back to the Future Part II, una de las películas mas taquilleras de 1989, es hoy menos emocionante y predecible que aquel interpretado por Michael J. Fox.

Hoy los coches no llegan a aquel DeLorean ni a la suela de las llantas y siguen transitando y contaminando por carreteras de asfalto, ya que, a pesar de sí que se han inventado los motores híbridos, todavía no son capaces de general energía a partir de basura orgánica, ni hay visos de que así sea, como demuestra nuestro ministro de Energía y desministro de Turismo, emperrado en sacar petróleo en las costas de Eivissa.

2015 se asoma tímidamente al otro lado de la agenda y vemos cómo algunos de los vaticinios de Regreso al Futuro sí que se han cumplido. Tablets, gafas y relojes inteligentes, videoconferencias, Internet, pagos remotos y drones son hoy una realidad cotidiana adivinada con más acierto por este largometraje que los vaticinios de la Pitonisa Lola, de Aramís Fuster y de toda esa cohorte de brujas que no dan ni una jamás.

Todavía le queda un año a una de las películas más divertidas de nuestra infancia para acertar y ver nacer al aeropatín, que parece que contempla llegar volando en los próximos meses junto con las Nike autoajustables cuyo lanzamiento ha sido anunciado para 2015 como guiño a esta película.

Me alegro infinitamente de que no exista en nuestras casas el hidratador de alimentos, ya que comer es un placer y es una de las pocas cosas que los años y los avances no nos han quitado, o la ropa inteligente y funcional, que tendría un coste tan alto que no nos permitiría cambiar de modelito cada día. Bromas aparte, hoy sí podemos hacer deporte con prendas que inhiben el frío o controlan el sudor, iluminadas o con música incorporada.

Se preguntarán a qué viene este artículo y que intencionalidad tiene. El primer recuerdo sobre política que tengo ronda los años 90 y se produjo en una comida amparada bajo la banda sonora del Telediario de La 1, el único que había en nuestro país por esa época. Regreso al Futuro era la peli que echaron después. Ana Blanco, quien siempre estuvo allí como Jordi Hurtado, resumía algunos de los principales casos de corrupción de la época de Felipe González, el Caso Kio, el de los fondos reservados, los casos Rumasa, Filesa, Seat, la operación de escuchas ilegales del CESID o de Godó, el caso Guerra, el Estevill, el Roldán o el Banesto. Mi padre ya dijo entonces «estos políticos son todos iguales, prometen que cambiarán las cosas y lo único que hacen es cambiar sus cuentas corrientes».

El otro día volvieron a poner Regreso al Futuro en la tele. Mi padre repitió lo mismo en la sobremesa. Han pasado 25 años y yo me sigo atando los cordones de las deportivas, no tengo ningún aparato volador y no he tenido hijos.