Prosiguiendo con los artículos, que gracias a la generosa colaboración del Periódico de Ibiza y Formentera, voy escribiendo desde el pasado verano –este es ya el octavo- para ayudar a colaborar en la felicidad y la integridad de las familias de nuestras Islas Pitiusas, quiero compartir con vosotros, queridos amigos lectores, la reflexión sobre la colaboración que en la familia evangelizada y evangelizadora tienen unos miembros concretos de la familia: las personas mayores.

Me mueve a ello la enseñanza sobre la categoría y el valor de las personas mayores que aprendí del Papa San Juan Pablo II–¡fue para mí un privilegio y es ahora un compromiso haberle servido de cerca durante casi doce años!-, doctrina que, como no puede ser de otra manera, hoy repite el Papa Francisco.

En 1999, cuando tenía ya 79 años, San Juan Pablo II escribió una Carta a los Ancianos, un magnifico documento que es una enseñanza sobre el valor de una vejez bien vivida, “época privilegiada de la sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia”. La vejez es una etapa de la vida con sentido propio, pues “cada edad tiene su belleza y sus tareas”. Apoyándose en las figuras elocuentes de ancianos del Viejo y del Nuevo Testamento (Abraham, Moisés, Simeón, Ana, Isabel...), y aprovechando también la sabiduría de Ovidio y Virgilio, hace ver Juan Pablo II que la vejez “forma parte del proyecto divino sobre cada hombre, como ese momento de la vida en que todo confluye, permitiéndole de ese modo comprender mejor el sentido de la vida y alcanzar la sabiduría del corazón”. Antes, en 1982, en el Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones sociales decía San Juan Pablo II: “El primer ambiente en el que ha de desarrollarse la acción de los ancianos es la familia. Su sabiduría y su experiencia es un tesoro para los esposos jóvenes, que, en sus primeras dificultades de vida matrimonial pueden encontrar en los padres y confidentes ya mayores, las personas con quienes abrirse y aconsejarse, mientras en el ejemplo y en los cuidados afectuosos de los abuelos, los nietos encuentran compensación a las ausencias, hoy tan frecuentes por varios motivos, de los padres”. ¡Cuanta buena doctrina hay en su Magisterio!

Ahora, el Papa Francisco en uno de sus primeros viajes al extranjero, el viaje a Río de Janeiro en julio de 2013, con ocasión de la fiesta de los Santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, decía en el Ángelus: «¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe! …los abuelos. Qué importantes son en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo intergeneracional, sobre todo dentro de la familia. El Documento conclusivo de Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida” (n. 447). Esta relación, este diálogo entre las generaciones, es un tesoro que tenemos que preservar y alimentar.”. También este año, el domingo 27 de septiembre dedicó una fiesta a los ancianos en el Vaticano y en la misma tras decir que “La vejez, de modo particular, es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos renueva su llamado: nos llama a custodiar y transmitir la fe, nos llama a orar, especialmente a interceder; nos llama a estar cerca de quien tiene necesidad... Los ancianos, los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es fuerte, es poderosa “, añadió que “los abuelos, que han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos (cf. Sal 128, 6), se les ha confiado una gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo; compartir con sencillez una sabiduría, y la misma fe: ¡el legado más precioso!»

Las personas mayores, que han sido educadas en la fe, la han mantenido y la viven, tienen que ser evangelizadores de sus propias familias. Su fe no la pueden guardar para ellos mismos, sino que han de transmitirlas a los demás.

En mi experiencia personal puedo hablar bien de mis abuelos en lo que fue mi evangelización, la trasmisión de la fe. Hoy los jóvenes pueden y deben ser ayudados por el testimonio y las obras de los buenos abuelos, sus palabras, su enseñanza de la oración. Que gracias también a ellos los jóvenes y los niños aprendan quien es Dios, lo que es rezar, lo que es el ejercicio de la caridad, etc. Los abuelos están llamados a ser fidedignos apóstoles en sus propias familias. Es esa la mejor herencia que podrán dejar a los suyos.

Personas mayores de Ibiza y Formentera, aunque seáis jubilados del trabajo, esa jubilación no es de la vida terrena en tantos aspectos, y uno de ello es el de ser evangelizadores, catequistas, animadores de la vida cristiana de cada familia. ¡Cuento con vosotros para ello! ¡Ánimo y adelante en ese camino!