Ante la virtud de saber decir que «no» está la necesidad de seguir buscando el «sí». Cuando nuestros gestores, esos señores de traje a los que pagamos sueldos estupendos, vuelos en primera, alojamientos en hotelazos y hasta dispositivos de última tecnología, para que distribuyan nuestro dinero conforme a nuestras necesidades, se olvidan de que somos nosotros quienes les pagamos y quienes ordenamos cómo repartir nuestro patrimonio, hay un problema. Cuando un político se convierte en «casta», como les llaman algunos, y hace de esta vocación pública y desinteresada una profesión, olvidando que no es un trabajo para toda la vida y que los ciudadanos fiscalizamos con nuestro voto su continuidad, se puede escuchar el rumor de la sangre que alcanza el río. Ante la virtud de exigir educadamente al responsable de una playa, y de todas, que arregle un emisario obsoleto, roto y que precisa ser cambiado, está la falta de decoro de decir «no».

Escuchar o, mejor dicho, leer cómo la Conselleria Balear de Medio Ambiente descarta solucionar el estado de las canalizaciones de aguas residuales de Talamanca por la regla 33 nos hace toser con el mismo ímpetu que el que exhalamos al oír hablar de prospecciones. ¡Y eso que estamos en campaña electoral y es el momento de que nos doren la píldora para olvidar que estos señores de Mallorca siguen considerándonos un pueblo más de su isla! La declaración de situación de emergencia de estos desagües, mal concebidos desde que vieran la luz, solucionaría una situación que pone en riesgo la zona. Tras su reunión clandestina con Consell, Ayuntamiento y vecinos, el máximo representante de todos los ciudadanos en nuestro archipiélago nos da una palmadita en la espalda para que no nos quejemos por tonterías y nos explica, como a niños párvulos, que los informes jurídicos no contemplan esta emergencia pero, eso sí, que se compromete a que los juristas del Govern se reúnan con técnicos de las dos administraciones ibicencas implicadas, así como con el letrado de la Asociación de Vecinos de Talamanca, que anuncian con denunciarle, para revisar ese informe de emergencia y agilizar el hallazgo de una solución. Vamos, para hablar en plata, que solo se compromete a poner parches para sortear las urnas que anunció hace semanas y supedita la sustitución del emisario a la construcción de la nueva depuradora que sabe Dios cuándo verá la luz. Poniéndonos en antecedentes, una servidora en doce años de servicio en los medios de Ibiza lleva dando la noticia de que esta infraestructura se pondría en marcha desde el día en que llegó a esta maravillosa isla. Lo cuál pone de relevancia dos cosas: que soy mayor y que las personas que nos han gestionado nuestros dineros hasta hoy, de todos los partidos y distintos colores, nos han tomado el pelo.

Luego les sorprende que la gente esté tan dispersa, que no sea fiel a sus formaciones de toda la vida y que se entregue con los ojos cerrados al primero que pasa con una promesa de amor y una flor en los labios… Los refranes ya no están de moda y esa cantinela de "más vale malo conocido que bueno por conocer" es de otra generación, de esa en la que no asumíamos que "más vale estar solo que mal acompañado". La realidad hoy, la quieran ver o no, es que si mi gestor no administra bien mis cuentas me cambio de asesoría, y en política, señores, hacemos lo mismo.

Grecia, la cuna de la democracia, una de las civilizaciones más avanzadas hace milenios, se ha rebelado este fin de semana contra el sistema y contra los hilos que la manejaban impidiéndole respirar. Se han revuelto contra el paro, el hambre, las deudas, la administración nefasta, la avaricia, la cara vuelta hacia el otro lado, el gasto desmedido, el no pensar en las consecuencias, al fin y al cabo contra un Carpe Diem que siempre pasa factura, cuando quien lo entona no tiene timbre ni conocimiento. España se mira de soslayo como en un espejo. No somos ellos pero tampoco somos ya nosotros. Nos pica el roce de las mismas manos que nos mueven a su antojo y el mismo cabreo por las cuentas B, los sobres deshonrosos y los caraduras haciendo caja a nuestra costa. Nos duele escuchar que alguien se atribuye nuestro esfuerzo como propio y estamos cansados de que nos digan que «no volverá a pasar, que todo puede cambiar».

Este artículo no es un vaticinio, no pretende comportarse como un oráculo sobre lo que pasará en mayo, sino que es un sencillo análisis del enfado sistemático de quienes ante la necesidad de soluciones sólo escuchamos un «no, no, no». Tengan cuidado con lo que nos niegan, señores de arriba, que todo lo que sube baja y en este caso lo que sale de un emisario tiene muy mal color. Con cariño, una vecina de Talamanca.