Catalina Guasch empezó a trabajar siendo una niña. A la misma edad que nosotros jugábamos con los amigos del colegio en la calle, con un balón de fútbol, despreocupados del mundo que nos rodeaba, Catalina Guasch ya estaba ayudando a sus padres, en el campo, imagino que de sol a sol y con muy pocas comodidades. Cuando llegó el boom turístico, Catalina Guasch se encargó de gestionar una Casa de Huéspedes en la calle Historiador Josep Clapés en Vila. Y así lleva ya 63 años trabajando, día a día, año tras año, hasta que el jueves recibió una merecidísima Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo en un acto que contó con la presencia de la ministra de Trabajo, Fátima Báñez. Con 80 años, tres hijos, seis nietos y dos bisnietos, Catalina sigue trabajando en su pequeño establecimiento hotelero de Vila. Y aspira a cotizar muchos años más hasta que le den la Medalla de Oro. No sabe estar sin hacer nada en su casa, solo trabajar. Catalina es un ejemplo para todos, pero el éxito de estas islas es que ha habido muchas personas que con su esfuerzo, como Catalina, han sabido superar momentos complicados, ser capaces de entender cuál era el futuro, y trabajar, sin días libres, para seguir creciendo, ahorrar, y seguir creciendo, y seguir trabajando. «Mi padre me enseñó a ser persona», recuerda Catalina Guasch. Seguro que gran parte del éxito de Catalina y de muchos de su generación es que han sido personas por encima de todo, que han tenido una clarividencia que son la envidia de muchos de los jóvenes que empiezan ahora a montar sus negocios. Si hubiese más Catalinas hoy en día nuestro futuro lo veríamos con más optimismo. A Catalina no le hace falta cotizar más años para que le den la Medalla de Oro. Se la ha ganado por méritos propios y con todo nuestro respeto y admiración.