Eivissa arranca el año con unos esperanzadores datos de ocupación. Aun hay más de 10.000 personas sin empleo, pero son menos que el mes pasado y que el año anterior por estas fechas. Aunque esas cifras tienen (relevantes) matices - muchos de los empleos que se crean son precarios, por ejemplo - parece ser que si nos comparamos con el resto de las Balears o con el Estado español, no nos podemos quejar.

Es más, hay otros parámetros que acompañan a la idea de que la recuperación está llegando a este rincón del Mediterráneo; creación de empresas, rentabilidad de las ya existentes matriculaciones de vehículos, viviendas visadas, incluso el incremento en el volumen de residuos que genera cada ciudadano... todo apunta a que Eivissa ve la luz y empieza a instalarse en un estadio medianamente próspero. Pero esa fotografía puede mejorarse.

Una vez hayamos salido completamente del hoyo, no estaría mal del todo plantearse, por ejemplo, que deberíamos tender a una economía más diversificada, menos dependiente del turismo, en general, o de la industria del ocio, en particular. Tampoco estaría de más que las instituciones, para empezar, liderasen una apuesta firme por la innovación; que empresarios y poderes públicos estuviesen convencidos de que la formación de los jóvenes es fundamental para afrontar el futuro con garantías; que todos tuviésemos presente que una sociedad de ‘servicios’ no tiene porqué ser una sociedad pobre desde el punto de vista cultural; que una lectura cortoplacista de la coyuntura económica puede llegar a suponer un error estratégico... Y es que si es cierto que una crisis es también una oportunidad, aprendamos de los errores y excesos que nos llevaron a ella.