En este primer domingo de Cuaresma, Jesús, movido por el Espíritu Santo, va al desierto y permanece allí cuarenta días. El Señor quiso someterse a las tentaciones del diablo, para manifestarnos que las tentaciones no son un pecado, incluso pueden ser la ocasión de un progreso en la vida interior. Dios permite las tentaciones para que con ellas reconozcamos mejor nuestra debilidad y la necesidad que tenemos de la ayuda de Dios para no caer. Las tentaciones nos llevan a luchar , a purificarnos, a ser humildes reconociendo que solo la gracia de Dios nos libra de modo eficaz de nuestra inclinación al mal. Hemos comenzado el camino cuaresmal hacia la Pascua. En este tiempo el Espiritu quiere empujarnos, como a Jesús, a un espacio dónde podamos mirarnos interiormente, alimentarnos con su Palabra y fortalecer nuestra vida cristiana. Para ello la Iglesia nos invita a la escucha de la Palabra de Dios, con más frecuencia, a la oración, el ayuno y a la limosna.

En el Padre Nuestro no le pedimos a Dios, que nos libre de las tentaciones, sino que no nos deje caer en la tentación. De todos modos nunca nos faltará la ayuda divina. Hemos de llenarnos de alegría y de esperanza en todo momento, y que la gracia de Dios nos acompañe siempre.

El miércoles pasado se nos invitaba a todos a llevar a cabo un recorrido cuaresmal; y es lo que vamos a realizar a través de cinco semanas, que terminarán con la gran celebración de la Pascua.