No sé si me causa más estupor la historia del dirigente de Podemos condenado por tráfico de droga o las reacciones de los dirigentes del partido. En primer lugar conviene aclarar que José Oliver dimitió como miembro del consejo ciudadano cuando este diario le llamó para confirmar si él era la persona en cuestión. Tras un inicial «no soy yo» pasó al «luego te llamo» para terminar en «no entiendo que sea noticia». Por la tarde dimitió. Y lo hizo porque sabía que al día siguiente saldría publicado. La reacción de Oliver es muy humana y su gesto, responsable. Sin embargo, se equivocó al ocultar su situación y querer aspirar a un puesto de dirección. Si hubiese sido un militante de base no hubiera sido noticia. De las reacciones humanas de Oliver pasamos al esperpento con los líderes de Podemos, los que quieren gobernar Eivissa y el país entero. Considerar lo más normal del mundo que una persona condenada por tráfico de drogas tenga un cargo político es tomarnos por tontos. Hacernos creer que no es noticia es pensar que somos lelos. Podemos ha puesto el listón ético tan alto que se ha situado en el punto de mira. Cuando unos salvapatrias creen poseer la verdad absoluta y se atreven a descalificar un sistema democrático, es normal que haya una reacción. Cuando estos mismos salvapatrias simpatizan con el régimen venezolano, pues hay que estar muy pendientes de lo que hacen. Si además dicen que hay que controlar a los medios privados, pues las cosas se complica. De eso pasaríamos al «exprópiese» de Cháves. Nosotros seguiremos informando, de la misma manera que hacemos con el resto de partidos políticos, pero que no intenten hacernos creer que tener en la ejecutiva a un condenado por narcotráfico es algo normal. Si creen eso, lo siguiente será ver a Munar y Matas en las instituciones dentro de unos años. Para Podemos sería algo normal, imagino.