El Govern decidió otorgar premios Ramón Llull a las distintas asociaciones del cáncer de las Pitiüses. Como todo el mundo sabe, las tres asociaciones galardonadas decidieron no ir a recoger el premio porque entendían que, al no estar aún en funcionamiento la radioterapia, no había motivos para recoger ningún galardón. La decisión es respetable, faltaría más. También tienen motivos para estar indignados después de que Teresa Martorell, de la Asociación contra el cáncer de Balears, recogía un premio que le correspondía a Eivissa. Supongo que los fontaneros del Consolat hicieron su trabajo. Como suele ser norma general, actuaron como un elefante en una cacharrería. Martorell no pintaba nada recogiendo el premio de Eivissa. Hay que decir que Martorell es afiliada del PP y es concejala en Calvià. Imagino que era una buena oportunidad para estar junto a Bauzá y pedirle aquello de «que hay de lo mío». Polémicas y meteduras de pata al margen, creo que las distintas asociaciones tendrían que haber estado en sa Llotja de Palma recogiendo el Ramón Llull. La radioterapia será una realidad en menos de seis meses, el concurso acaba de resolverse, y estoy convencido de que gran parte de este logro es gracias a la presión ejercida por estas asociaciones. Los políticos, y me consta porque hace años que trato con ellos, trabajan más eficazmente si sienten presión en el cogote. No quiero ni pensar por un segundo que la negativa de las asociaciones a recoger el premio, de plantar a Bauzá, tenga alguna relación con el nuevo cometido político de una de las principales representantes de estas asociaciones. Esto sería muy feo. Siempre pienso, a veces con demasiada ingenuidad, que las asociaciones no deberían tener ninguna vinculación política porque les resta credibilidad.