La Semana Santa marca ese punto de inflexión entre la calma del invierno y el ajetreo de la inminente temporada turística. Unas jornadas que se antojan ideales para reflexionar antes de emprender la carrera de fondo que supone la campaña de verano.

Templar la cabeza y engrasar el músculo -mens sana in corpore sano- son dos principios imprescindibles para afrontar los retos que afronta el motor económico de las Pitiüses.

El sector vive un creciente movimiento. Ahora empiezan a llegar los primeros visitantes, pero hace semanas, meses, que se inició una frenética actividad para tenerlo todo listo. Reformas, programaciones de eventos o multitud de procesos de selección para atender una demanda que promete ser de récord.

Las cifras de vuelos, el número de reservas y las previsiones de ocupación, gracias en parte a las desgracias de otros destinos competidores, apuntan muy alto. Altísimo.

Según el Instituto Balear de Estadística (Ibestat), el 10 de agosto de 2014 hubo 375.140 almas en las Pitiüses. Es decir, el vaso lleno, casi a rebosar.

El citado organismo del Govern utiliza un esclarecedor término como es el Índice de Presión Humana para señalar el número de personas que se encuentran en las Islas en un momento dado. En Eivissa y Formentera, la cifra más baja de este índice se registró el pasado dos de enero, con 144.148 personas, el mínimo más alto desde 1997.

Ello nos indica que cada vez tenemos más visitantes y, a la vez, también más residentes. En otro sitio, quizás no sería motivo de reflexión. Pero en un lugar tan limitado como son nuestras Islas, quizás nos lleve a pensar que queremos el vaso lleno, claro que sí, y el bolsillo también, pero sin que llegue a rebosar.