El jueves pasado fallecieron 147 estudiantes en una universidad de Kenya. Fueron asesinados por terroristas yihadistas, que irrumpieron violentamente en la universidad y, de forma indiscriminada, asesinaron a todos los estudiantes que se encontraron por el camino. A pesar de la importancia del hecho, la noticia no tuvo un lugar destacado en las portadas de los diarios nacionales y, por supuesto, tampoco en la nuestra. Esta falta de sensibilidad hacia el atentado ha provocado todo tipo de reacciones en las redes sociales y debo decir que tienen mucha razón. Siempre he pensado que las redes sociales tienen mucha paja, hay mucho insulto gratuito, casi siempre desde el anonimato, pero también resulta útil para poder pulsar una parte de la realidad. No somos infalibles y es justo que se nos critique por no valorar adecuadamente una noticia. Si los 147 estudiantes hubiesen estado en París, Roma o Amsterdam los informativos de las teles, las portadas de los diarios y las tertulias no dejarían de hablar en toda la Semana Santa. En una de las informaciones que han aparecido estos días, un estudiante que pudo salvarse declaraba: «Si fuésemos blancos seguramente hubieran estado mucho más pendientes de nosotros». No es excusa argumentar que Kenia nos pilla muy lejos para no destacar este lamentable episodio en una portada. Este atentado es mucho más grave que el registrado en París y no ha merecido demasiada atención. Las redes tienen razón (también he decir que muchos tuiteros estaban más preocupados por el cierre de canales de televisión que por la masacre de Kenia) y nosotros, los periodistas, nos hemos equivocado. Al menos, que sirva de lección para el futuro, pero basta ver las imágenes de los cuerpos muertos, acumulados unos encima de otros, para darse cuenta del alcance de esta tragedia. Qué nos sirva de lección.