Este martes ancló en Eivissa el Mein Schiff 1, un barco gigante, de proporciones tremendas, que llevaba 2.070 cruceristas amantes de la música heavy y del hard rock. Llegaron a las once de la mañana y tras un concierto celebrado en un baluarte, por cierto considerado como Patrimonio de la Humanidad, se fueron de madrugada, casi como la Cenicenta. Y no, al parecer no fue tan terrible su paso como se temía. Al revés. Aunque no se ha hecho balance oficial parece que todo fue tan positivo que si no cambian mucho las cosas el año que viene ‘disfrutaremos’ con un festival de varios días al estilo del alemán Wacken Open Air que por si no lo saben vendió en 2014... ¡¡728.532 entradas!!

Obviando el hecho de que esto es casi imposible en Eivissa, entre otras cosas por el tema del espacio físico, seguro que para muchos comercios de la calle de la Virgen de Vila supone una gran noticia. No en vano todos recibieron a estos cruceristas al estilo de la película de Luis García Berlanga, Bienvenido, Mister Marshall, esperando que fueran las soluciones a sus males y les ayudaran a empezar con buen pie la temporada. Vistieron sus comercios de gala, ofrecieron todo tipo de ofertas y sólo faltaba ver algún comerciante, de brazo de otro, cantando «Heavys, vienen a Eivissa gordos y sanos, viva el tronío y viva un pueblo con poderío... olé Munich y Berlín, y viva Hamburgo que no está mal... os recibimos heavys con alegría, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía...».

Una apuesta hasta cierto punto lógica y entendible. Pero es entonces cuando yo, como residente en Eivissa que soy, todo el año, para lo bueno y para lo malo, me pregunto... ¿Por qué no hacen algo parecido durante más meses? ¿No somos dignos de ellos? ¿O es que no les interesa lo que pasa más allá de unos pocos meses al año? No lo sé. A lo mejor soy duro, pero creo que tal vez, si mostraran más interés el dinero fluiría todo el año y no habría que esperar a un crucero heavy para recibirles haciendo una fiesta parecida a la del pueblo de Bienvenido, Míster Marshall.