La luna llena nos ha afectado estos días. Nos observa, nos manipula y sacude nuestras hormonas primaverales hasta volvernos locos. Están pasando cosas en nuestras islas y las mareas nos desconciertan entre programas electorales, campañas, aperturas, presentaciones y sucesos.

Conducimos pegados al volante intentando esquivar, en un ejercicio de coordinación absoluta, a los cientos de motos y coches alquilados que comienzan a destilar aroma a verano, y esta temporada se perfila como la mejor desde que la palabra crisis nos pegase una bofetada de la que no acabamos de recuperarnos. Esto se traduce en "peligro al volante". No miren la luna mientras lo hace, les embrujará y es peligroso. Beber y conducir deberá ser, además, un mantra que tendremos que repetirnos cada día puesto que si ya será difícil hacerlo con mil ojos en plenas facultades, imaginen nuestras carreteras cuajadas de guiris y latinos con espíritu inmortal, chanclas y calcetines. Se lo advierto desde esta columna: tengan cuidado, sean precavidos y aprendan a esquivarlos, especialmente, cuando Selena se ponga redonda: son muchos, están preparados y dentro de poco nos invadirán

«Esto no son brotes verdes, sino una jungla», decía el otro día un empresario pitiuso para quien los turistas vendrán en los próximos meses a nuestras codiciadas islas a gastarse el parné en discotecas, restaurantes, beach club, hamacas, mojitos y modelitos e imanes de nevera. Tenía razón en su metáfora al vislumbrar que se nos ha pasado el dolor de aquel golpe de 2008 y que 2015 marca un después a aquel antes. Tal vez seamos más cautos y ya no pidamos créditos para irnos al Caribe o comprarnos una tele último modelo, nos lo pensaremos mejor antes de meternos en una hipoteca de 1.000 euros al mes durante 40 años, pero por fin nadie nos va a quitar la sana costumbre de tomar unas cañitas o unos buenos vinos con nuestros amigos al salir del trabajo.

Y, mientras la crisis se diluye en nuestras turquesas aguas reflejando el blanco perfil de la luna llena, nos ha pasado de todo, o de nada, si analizamos en plan Cuarto Milenio los sucesos protagonistas de estos días. Ayer se hundía una grúa de pinturas en la Avenida de España. Los bomberos, esos fornidos súper héroes que siempre están cuando se les necesita, actuaron al momento salvando al único hombre atrapado en este accidente sin heridos. El día anterior, una joven detuvo de madrugada su furgoneta entre Sa Coma y la rotonda de Can Negre, porque el motor empezó a arder cuando circulaba hacia Vila. Los bomberos, de nuevo, sofocaron el asunto. El ferry Sorrento, que cubría la ruta Valencia-Palma, se incendió la semana pasada a 18 millas de la costa mallorquina, sin protagonizar ningún "Titanic" y ya está rumbo a Sagunto, de donde no debería haber salido sin las revisiones de seguridad pertinentes….

Yo no sé si esa pérfida enamorada que nos rodea cada 24 horas y que nos vigila tendrá la culpa de que se hunda el suelo, se enciendan motores o zozobren barcos, pero he escuchado su mensaje: «Alguien te estará observando, seguirán ocurriendo hechos extraños en Ibiza, debes estar preparado».