Ahora que toca escuchar promesas y compromisos de todos los colores, quiero aprovechar para hacer públicas mis demandas a los futuros gobernantes. En primer lugar, quiero tener la sensación de que los tributos que pago cada año religiosamente se invierten en mi bienestar. Es decir, quiero vivir en un barrio limpio, seguro y donde mi policía haga cumplir las ordenanzas a rajatabla. Que se impulse la peatonalización de nuestros pueblos en los que el pequeño comercio y los restauradores locales de calidad sean preponderantes y reciban el apoyo que se merecen.

También pido tener la oportunidad de llevar a mis (futuros) hijos a una escoleta pública y poder educarlos en la lengua propia de estas islas para que tengan el mejor porvenir. Reivindico que mis abuelos puedan pasar sus últimos días en Eivissa lo mejor atendidos posible y que mis familiares no se vean obligados a viajar en avión o en barco para recibir tratamiento médico.

Ruego la máxima protección y potenciación de nuestro patrimonio cultural y medioambiental. Quiero que los pocos montes verdes que quedan en la isla sigan siéndolo. Y que esta conservación del territorio, además, sea compatible con nuestra máxima industria: el turismo. Para ello, creo que es imprescindible empezar a poner límites.

Y por último, exijo circular por carreteras seguras, poder ir a la playa sin ser molestado por ningún party boat o chiringuito-discoteca y sentirme orgulloso de vivir en la isla que me vio nacer. Quiero, en definitiva, que los ibicencos dejemos de ser ciudadanos de segunda en cuanto a los servicios que recibimos cuando somos los número uno en los impuestos que pagamos.