El miércoles por la noche estuve pendiente del debate que emitió IB3 entre Francina Armengol y José Ramón Bauzá. Debo reconocer que me costó seguirlo los 90 minutos seguidos, que fueron interrumpidos por algún viaje a la nevera o algún breve zapping para ver qué hacían en otros canales. Pero la obligación es la obligación y vi casi íntegramente el cara a cara entre los que aspiran a presidir la Comunitat Autònoma a partir del mes que viene. Nada me sorprendió. Ni una propuesta que no se supiera y un calco de los distintos debates que se han repetido como si fuera el Día de la Marmota en el Parlament durante toda la legislatura. Armengol es la aspirante y puede utilizar un tono más duro.

Hizo de oposición, que es lo que su partido domina a la perfección. Habló de crisis -una situación económica que ella y su partido escondieron durante meses la anterior legislatura- de los derechos perdidos por los ciudadanos, de los problemas de la educación (ahí podríamos estar de acuerdo en algo) y de la deuda. Cuando escucho a Armengol hablar de deuda no puedo reprimirme. Si llega a gobernar nos explicará cómo se pueden contratar 1.000 profesores más sin subir impuestos y no aumentar deuda. Bauzá, en cambio, estuvo a la defensiva y repitió los argumentos de las últimas semanas. Ha sido el único que ha planteado propuestas más o menos factibles, pero sus cuatro años han sido duros, a veces por las circunstancias y otras provocadas por él mismo o su Govern de forma gratuita. Después de 90 minutos, me quedo con mi querida Cristina Bugallo, la moderadora del debate, que una vez más supo estar muy por encima del resto, aunque Armengol quisiera estropearle el momento con sus lecciones de pluralidad que, cómo todo el mundo sabe, luego no se aplican cuando su partido gobierna.