Que el avión es el medio de transporte más seguro del mundo no lo voy a descubrir yo. Aun así, son muchos los que le siguen teniendo pánico. «Es que, si se cae, las posibilidades de sobrevivir son nulas», arguyen algunos, como si un choque frontal entre coches o un tren descarrilado elevara mucho las probabilidades.

Para los que no lo sepan, en 2014 se produjeron más de 33 millones de vuelos comerciales y solamente 21 sufrieron un accidente fatal, lo que supone que el 99’99% de los vuelos finalizaron con éxito. Volar es, por tanto, sinónimo de seguridad. Y esto, para los que vivimos en las Pitiüses y, especialmente, solemos realizar con frecuencia viajes interislas o a la península, es un dato tranquilizador.

Pese a ello, el temor sigue grabado a fuego en muchas personas que, por ejemplo, no son capaces de sacarse de la cabeza actos como el de Patrick Sondenheimer, el piloto suicida de Germanwings que estrelló su avión contra los Alpes franceses el pasado mes de marzo. Por eso, es de agradecer que existan comandantes como el señor Emilio Marchesi.

A muchos ya les suena este nombre; otros, si coinciden con él, lo conocerán cuando efectúen algún trayecto Eivissa-Palma con Air Europa. Antes de volar, saluda uno por uno a todos los pasajeros y, nada más despegar, pronuncia un discurso que no deja a nadie indiferente, detallando el vuelo, el paisaje y las características del propio avión antes de recordar sus 43 años de experiencia. Con personajes así, volar no es sólo sinónimo de seguridad, sino también de tranquilidad. Marchesi forever.