Empiezo a estar ya cansado de la controversia generada por la pitada al himno español en los prolegómenos de la final de la Copa del Rey. Y eso que soy cordobés, no catalán. Abro Facebook y me encuentro un vídeo viral protagonizado por las integrantes del equipo español campeón mundial de gimnasia rítmica en la modalidad de mazas con el mensaje siguiente: “El himno no se pita”. Ya está. Porque lo digan ellas.

No era, obviamente, el primer 'post' al respecto que había visto estos, pero sí el último –hasta el momento–. Antes ya me había topado con otro de un supuesto aficionado azulgrana que prende fuego a la camiseta del Barcelona tras señalar que dejaba de ser su seguidor por los citados silbidos. Precioso, vamos.

También mis ojos visualizaron esa petición formulada en 'Change.org' –no sirve para nada, todo sea dicho– de suspender la final si se pitaba el himno. Y qué decir del 'meme' de la imagen en blanco y negro de la final Barça-Athletic de 1940 con el texto siguiente: “Míralos qué quietos están. A ver quién tenía cojones de pitar el himno de España”. Sí, vamos, que con Franco estábamos mejor, ¿no? Esperpéntico. Bueno, quizá así los madridistas tendrían más opciones de ganar algo.

Pues bien, no serán las campeonas del mundo de gimnasia, ni el ya exaficionado barcelonista –que igual este sábado está pegando botes de alegría cuando el Barça, esperemos, levante la quinta 'orejona'– ni los firmantes de 'Change.org' quienes digan, ni a mí ni a nadie, lo que se puede pitar o no, si bien respeto su opinión y me parece correcto que la hagan pública. Es lo que se conoce como libertad de expresión, a la que aludió, poco después de la final y debido al debate generado en ciertos medios de comunicación, la Fundación Internacional de los Derechos Humanos –sí, han leído bien, derechos humanos y fundación internacional, no cuatro colegas del barrio–. Su 'tweet' fue demoledor para los intereses de aquellos que pusieron el grito en el cielo ante la 'fechoría' de la pitada: “Aplaudir, pitar o silbar para mostrar acuerdo o rechazo son formas pacíficas y democráticas de ejercer el derecho a la libertad de expresión”. Ahí lo llevas.

Seguro que a Esperanza Aguirre no le sentó bien esto La presidenta de la Comunidad de Madrid dijo recientemente que “"los ultrajes a la bandera o al himno son delito en el Código Penal, no se deben consentir y, por lo tanto, mi opinión es que el partido se debe suspender”. Casi. Hasta el auto de la Audiencia Nacional, al igual que en 2009, deja claro que eso no es así y los silbidos son totalmente lícitos: “Al efecto la pitada efectuada durante la llegada del Rey, durante la interpretación del himno nacional así como la colocación de la pancarta con el lema “Goodbye, Spain”, están amparadas por la libertad de expresión, y no pueden considerarse difamatorias, injuriosas o calumniosas, ni mucho menos que propugnen el odio nacional o ultraje a la nación, no siendo merecedoras de reproche penal”.

Ya lo sabe, doña Esperanza. Aquí se puede pitar lo que uno quiera, porque la ley mordaza ya no se lleva. Se puede pitar el himno al igual que se han pitado muchas otras cosas, léase Wert en la Seminci o en el Teatro Real, Sinde en la gala de los Goya, el Rey Juan Carlos en el Buesa Arena durante la Copa del Rey de baloncesto o, ya en clave internacional, los abucheos a Rusia en Eurovisión'14 por sus conflictos con Ucrania en torno a las las leyes homófobas. Todos tenemos derecho a protestar.

Pero lo que más me molesta de todo esto no es el debate de la pitada, sino la actitud de las personas en sí. 'Si no piensas como yo, no te acepto', parece ser el principio a seguir. Se da a entender que estamos en una sociedad en la que sólo te integras si compartes un mismo pensamiento, obviando por completo que nos hallamos en el siglo XI y que existen diferentes culturas y maneras de pensar.

Sí está bien que te quejes por pitar el himno español, pero no lo está pitarlo, ¿no? Pues no. Tan válida es una postura como otra. Y lo dice un español más, uno de eso que no silba el himno español ni de lejos, de los que todavía grita el gol de Iniesta en la final del Mundial. Pero, como dijo Séneca, “yo no pertenezco a ningún rincón del mundo; el mundo entero es mi patria”, y solamente quien entiende que en el mundo hay una gran diversidad de opiniones puede aceptar la existencia de pensamientos opuestos a los de uno mismo. En el fondo, no hay mayor falta de respeto que rechazar la libertad de expresión. Por cierto, cuando quieran, hablamos del gol de Messi.