Mucha gente tiene un amigo en Ibiza. Fíjense, si no, en el dato: las Pitiüses recibieron en mayo un 3% más de turistas que en 2014; sin embargo, la ocupación hotelera en el mismo mes no se incrementó en absoluto; de hecho, actualmente solo un 56% de turistas elige un hotel para alojarse. ¿Adónde va a dormir el resto? Una parte a la oferta de casas unifamiliares y a otro tipo de estancias perfectamente legal; la parte que resta, difícil de cuantificar pero cada vez mayor, se aloja «en casa de un amigo», o sea, en la abundante oferta ilegal de pisos turísticos y habitaciones.

Eso, por lo que respecta a los «amigos». El problema es que también hay turistas que han hallado "enemigos" en nuestras islas.

La noticia de la detención en Eivissa de una pareja, acusada de doce delitos de estafa inmobiliaria por valor de 62.000 euros, ha causado, con razón, cierto revuelo; la pareja se aprovechaba de la fuerte demanda de alojamiento en verano para ofrecer unos pisos que después no existían. A estos los han pillado, pero, ¿cuánta gente debe haber aprovechándose de la situación? ¿Hace falta remarcar la pésima imagen que esto da de nuestras islas?

Si los que se encontrasen con estas situaciones fuésemos los pitiusos, en lugar de los turistas, estoy convencido de que el problema ya estaría arreglado; la administración hubiera encontrado el modo y los medios.

Que este problema aún se tolere solo se comprende porque una mayoría de la población no se siente directamente afectada.