El jueves 18 de junio fue publicada la tercera encíclica del Papa Francisco que lleva el título Laudato sii, y que fue firmada el Domingo de Pentecostés. En este hermoso e interesante, comprometedor y valiente texto, el papa Francisco, siguiendo con las enseñanzas de sus predecesores, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, anima y colabora al cuidado de la naturaleza.

Como bien señala el Papa, en el n. 15 manifiesta sus intenciones con este texto: «Espero que esta encíclica, que se suma a la doctrina social de la Iglesia, nos ayude a reconocer la magnitud, la urgencia y la belleza del reto al que nos enfrentamos. En primer lugar, voy a hacer un breve recorrido por diversos aspectos de la crisis ecológica actual con el fin de tomar los mejores frutos de la investigación científica ya está disponible. A partir de esta visión general, me ocuparé de algunos de los argumentos que nacen de la tradición judeo-cristiana, con el fin de dar mayor coherencia a nuestro compromiso con el medio ambiente. Después voy a tratar de llegar a las raíces de situación actual, con el fin de no entender solamente los síntomas, sino también las causas profundas. Así podremos proponer una ecología que, en sus diversas dimensiones, integran el lugar específico que el ser humano ocupa en este mundo y sus relaciones con el mundo que le rodea. A la luz de tales reflexiones quisiera dar un paso al frente en algunas líneas de diálogo y de acción que involucran a cada uno de nosotros o a la política internacional. Por último, ya que estoy convencido de que cualquier cambio necesita de motivaciones y de un viaje educativo, voy a proponer algunas líneas de desarrollo humano inspirado en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana». Realista y esperanzada, la encíclica se apoya en diversos ejes: humanidad desbordante; referencias bíblicas y bibliográficas eclesiales y científicas; defensa de que todo está unido y conectado sabiendo que la degradación medioambiental y la degradación humana y ética van de la mano. Y en su apuesta por un cambio de estilo de vida, todo y todos cumplen una función para ese cambio.

Su análisis no elude ningún aspecto, de ahí que su llamamiento por la búsqueda de un desarrollo sostenible y más justo se extienda a toda la humanidad. Desgrana las consecuencias reales del «abuso» de los recursos naturales: el calentamiento global, mala calidad del agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de la calidad de la vida humana y decadencia social. «No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe incorporar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres», dice el papa Francisco.

Y ante esta decadencia critica la debilidad de las reacciones internacionales y la diversidad de opiniones que hacen que las respuestas se vean sometidas a la tecnología y a las finanzas, en lugar de proteger a cada criatura que puebla el planeta.
La llamada a la conversión ecológica el Papa Francisco nos la hace de manera especial a los creyentes. En Efecto, el papa Francisco nos propone a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones de la fe: «Porque lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir. No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria».

Dios mediante, seguiré en las próximas semanas comentando este maravilloso documento que quiere ayudaros a acoger la voluntad de Dios y nuestro compromiso de cuidar la naturaleza, animándoos a leerlo, a reflexionarlo y, en consecuencia, a observarlo para evitar un uso irresponsable y un abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.