Catorce meses. Es el tiempo que he vivido en Ibiza. Seguramente los catorce meses más intensos de mi vida. Empezar de cero un periódico supone dejarte el tiempo, las energías, y parte del alma, en el intento. Les juro que ha valido la pena. Quiero apartarme de los sentimentalismos pero no de los tópicos. Cuando uno se va de un sitio suele dar las gracias y yo tengo una lista que no cabe en este artículo.

En síntesis, agradezco la confianza a un director que me dio la oportunidad de construir este proyecto en un momento complicado. A un editor que me aceptó sabiendo que contrataba a un rojo nacionalista, cuando los clichés sobre la empresa no van por ahí. Y sobre todo a todos y cada uno de los compañeros que he tenido durante estos meses. Desde las primeras que estaban ahí -Idoia y Maria- hasta Concha y Paco, los últimos en subirse al barco.

Dejo una redacción de excelentes profesionales, pero sobre todo un equipo humano extraordinario. No me lo han podido poner más fácil, desde el minuto uno. Ibiza siempre serán ellos... y Punta Galera y un baño en Cala Salada en el mes de marzo, y un combate de sumo en el Port de Vila, y el atardecer más bello del mundo, y los cortados en Can Teixidó y decenas de ‘cafés de sol’, y una cala recóndita, ideal para esperar un ovni que sabíamos que no aparecería, y un paseo entre sabinas y el ‘Dimoni’ y Sa Gresca y el San Francisco y los conciertos en Las Dalias y también los lugares que no me dio tiempo a descubrir, porque había que seguir construyendo el diario. La isla me ha dado mucho más de lo que yo le he podido ofrecer a ella. Son cosas que pasan. Quizá algún día pueda volver para intentar hacerlo mejor. Mientras tanto, seguiremos informando.