La vicepresidenta del Consell Viviana de Sans es una caja de sorpresas. No hay semana que no provoque alguna polémica, que siempre acaba con una rectificación o unas disculpas. Es lo que ocurre con los políticos novatos, que creen que pueden actuar igual que cuando están en las trincheras. Se equivocan. Poco se puede aportar ya sobre la metedura de pata de Viviana de Sans refiriéndose a la placa de ibicencos asesinados en 1936. Seguramente si los asesinados fuesen de su bando político iría a visitar la placa, se postraría ante ella, pero ella cree que los que figuran allí no son des seus. Ése es el fondo del asunto. Se actúa con sectarismo sin pensar que ella, como sus compañeros, representa ahora mismo a todos los ibicencos, no solo a los que votan Podemos. Quizás alguien le tuvo que decir que borrase el tuit, pero no conviene olvidar que su jefe de prensa, con sueldo del Consell y no de Podemos, proseguía la polémica con algún ciudadano indignado por la actitud de Viviana de Sans. En el fondo siguen pensando que esa placa no debería estar en la Catedral. Y por no hablar sobre lo mucho que vende en algunos círculos el apellido Matutes. No lo pueden remediar, pero hay ciertos límites que no se pueden cruzar. No lo pudo decir mejor el presidente del Consell, Vicent Torres, que afeó la conducta de su vicepresidenta. Quizás Torres debería explicarle a Viviana de Sans que hay otros problemas en Eivissa que criticar una placa con asesinados en la Guerra Civil, que hay temas complicados por solventar, y que gobernar no es escribir tonterías en Twitter. Gobernar es otra cosa. Es responsabilidad, temple, pero por encima de todo, respeto hacia todo el mundo. Con el tiempo espero que lo entiendan.