Al grito de «¡Andrea, aquí no hay cobertura!» se fastidiaba de forma abrupta la que estaba siendo una placentera jornada de baño, sol y lectura en la tranquila Cala des Xuclar. En cuestión de segundos, el suave romper de las lenguas de agua en la orilla se convirtió en una estruendosa marejadilla. Andrea se había adentrado unos diez metros en la Mediterrània y desde ese punto comunicaba a su amiga Juani que entrase, que «solo hay una medusa pequeña». Por un instante deseé que hubiese más y maldije mi suerte por no estar en Platges de Comte y vivir in situ el amerizaje de un coche que nos llegó vía @IdoiaSala. Si estás en la gloria y te sobreviene algo, por lo menos que sea noticia. Y si es sin víctimas, mel de magraneta. Los cañones de luz que seguían el ir y venir de una belleza morena que mostraba toda clase de modelitos en un ring de 10x10 enfocaban ahora tres puntos: la improvisada modelo, Juani y Andrea. ¡Qué irrupción la suya!. Tras los problemas de cobertura y las medusas, Andrea abordó una cuestión de calado en Eivissa. La noche anterior, Andrea y Juani habían estado más de una hora para aparcar. Y es que aparcar en Eivissa está muy mal. Cada vez peor. La cosa ha ido degenerando. Tanto, que un día un francés aparcó en batería su Range Rover sobre un llaüt en el Nàutic de Sant Antoni. La embarcación ‘Alegría’ nos deparó una de esas imágenes que se convierten en viral y que triunfan en las redes sociales. Pero los problemas de estacionamiento empiezan en el mismo aeropuerto donde, al paso que vamos, va a haber más bolardos que coches. Y qué decir de Vila. Encontrar un hueco es harto complicado y la falta de paciencia de muchos se traduce en doble fila que corta algunas calles. En Dalt Vila la situación ya raya lo caótico. Las administraciones deben poner orden en este sin ley. Si no, ya me veo pegatinas con el lema: Aparca, que no es poco.