Aquí se encuentra un servidor, leyendo la prensa local, para enterarme de lo que pasa en el extranjero y parte de Formentera, saboreando con la vista el martini, y los efluvios del puro que mi vecino, el de la mesa contigua, se está ventilando, de esos que no dan cáncer, pues eso, total, dice algún mal intencionado, que ya lo dan los alimentos que ingerimos de forma cotidiana y que la Organización Mundial de la Salud nos dice que son comestibles, a pesar de que uno mismo observe como la vaca del vecino parece que lleve unos patines puestos y se encuentre en una pista de hielo, aprendiendo a patinar, o que las propias ovejas del mismo, tengan la lengua azul, y se diga que eso es debido a que han estado chupando la mina de un boli bic, cual adolescentes atolondradas, pues así son ellas de listas e inteligentes (me estoy refiriendo a las ovejas y no a las adolescentes), y por eso de que ya saben ustedes del lema ese que dice que «los borregos al poder». Créanme. ¡Sí se puede!

Pues como les iba diciendo, ya saben ustedes que en esta isla, somos de lo más chic e internacional que existe en el mundo mundial, como así lo decía la rana reportera mas dichararachera de Barrio Sésamo, hace unos cuantos años, y que tenia, creo recordar nombre de sopa, Kermit, o algo así; luego ya nacionalizada con el nombre de Gustavo, el reportero mas dicharachero. Evidentemente no solo fue un cambio de nombre en toda regla, sino que por lo que se ve, también fue un cambio de sexo, no llevado evidentemente a cabo en un hospital público de la comunidad de Madrid, sino en alguno también público de la comunidad andaluza, que aunque no tienen ni para gasas y tiritas, en lo que a reesteeling corporal se refiere, son punteros. Como lo son también algunos personajes de la Junta. No de la junta homocinética del coche, ni de la cafetera, sino de los que, cuando se juntan, no lo hacen para algo bueno; si bien ellos siempre dicen que todo lo que hacen es bueno, imagino que así será, sobre todo si lo que hacen es bueno para ellos mismos, como últimamente queda demostrado en tantos y tantos juicios sumarísimos, no por lo marcial de la palabra sumarísimo, sino porque son tantos los que se suman al pillaje, que se hace necesario el empleo del superlativo de la palabra para abarcar a tanto golfo junto sumado.

Y a estas alturas ya se estarán ustedes preguntando que qué pinta aquí el título que da pie al artículo. Sencillamente nada. No pinta nada. Ni hay barco que valga, aunque todos tengamos la sensación de que algo nuestro se nos va a pique, ni camarote que se precie, por mucho que imaginemos que en algunos despachos se cuecen habas contadas, y ya de lo de Marx, ni les cuento, porque en este punto del argumento, podríamos entrar en disertaciones de si era más falso el bigote pintado de Groucho, que el comportamiento de algunos seres que prometen que nos darán un mundo y que luego no lo cumplen, o que la barba de Karl era más pomposa que el discurso de un político de la unión europea a la hora de tomar medidas sobre qué hacer con los emigrantes que se hacinan en las fronteras de nuestros bellos y ansiados países de la Unión. Todo un poema y una declaración de amor para las nuevas generaciones.