Nos disponemos a comenzar en cada una de las parroquias, de las comunidades cristianas, un nuevo curso pastoral, es decir, un nuevo período de la vida y actividad de la Iglesia en las comunidades que la forman.

Así, se reprenderán las reuniones de los distintos movimientos y grupos apostólicos, se retomarán las catequesis de los niños que se preparan para recibir la Primera Comunión, de los jóvenes que se preparan para recibir el Sacramento de la Confirmación, la formación cristiana de las parejas que piensan contraer el Sacramento del Matrimonio en los próximos meses; los catequistas y responsables de evangelización seguirán fomentando y llevando a cabo su formación para ejercer del mejor modo posible su servicio; las actividades de las Cáritas diocesana y parroquiales continuamente; hay, pues, con el paso del verano un reprender de algunas de las actividades parroquiales.

El inicio del curso pastoral, o sea, de nuestro fortalecimiento de la propia evangelización, tienen que reforzar la conciencia de nuestra pertenencia a la Iglesia, concretada en la vinculación de cada uno a su propia parroquia. Cada uno hemos sido llamados a ser miembros del Pueblo de Dios, un pueblo cuyos miembros han de estar unidos en el amor recíproco y que tiene el encargo de servir y transformar hacia el bien al mundo, con la ayuda y la luz del Evangelio.

En todo el año cada parroquia nos ofrece la celebración de la Eucaristía, el anuncio de la Palabra de Dios, la práctica de los Sacramentos, el ejercicio de la caridad. La parroquia, una vez iniciada nuestra fe, la mantiene y fortalece. Formando parte de una parroquia, hemos de preguntarnos: ¿qué hacemos nosotros por los demás?

Cada uno de nosotros ha recibido dones de Dios y como nos enseña la parábola de los talentos (Mt 25, 14 y ss.), uno no debe guardar esos dones, sino que los debe hacer fructificar en el sentido por el cual Dios nos los hablado. Todos hemos recibido dones de Dios y por eso, cada uno puede aportar algo a los demás en la propia comunidad parroquial.

Es viva una parroquia en la que todos colaboran: obreros, catequistas, miembros del coro, conservadores de los edificios, miembros de las asociaciones, etc. El inicio del curso pastoral, pues, debe provocar en cada uno una reflexión de la pertenencia a la propia parroquia, reconocer con gratitud lo que hemos recibido de Dios y usarlo y ofrecerlo al servicio de la comunidad parroquial. Por ello es una buena ocasión para preguntarnos: ¿en qué puedo servir y ayudar?

Al iniciarse, pues, un año mas la vida de nuestras parroquias, deseo animaros a todos, a los niños y a los jóvenes, a los adultos y a los ancianos, a las familias integras y a cada uno en particular, a la participación y la colaboración en vuestra parroquia, de modo que en cada ciudad y cada pueblo, sea una comunidad llena de fe, que viva con esperanza y caridad y enseñe a todos la belleza del Evangelio y la alegría de vivir con sus enseñanzas.

Este año el curso pastoral diocesano tiene, por acoger lo que nos propone el papa Francisco, una dimensión importante, que unimos a la vida ordinaria: la celebración del Año Jubilar de la Misericordia, convocado para toda la Iglesia. Pronto daremos a conocer el calendario de actividades que organizaremos en nuestra diócesis, así como las diferentes inactivas para vivir bien este tiempo de gracia, en el que tendremos peregrinaciones de todas las parroquias a la Catedral, templo jubilar de la indulgencia que abriremos el domingo 13 de diciembre, así como la celebración de las 24 horas para el Señor en el tiempo de Cuaresma, como ya hemos hecho en los dos últimos años, así como las iniciativas para vivir las obras de misericordia y caridad.

Que en ese deseo que comparto con vosotros, queridos lectores del PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA, nos ayuden y acompañen nuestros patronos, Santa María de las Nieves y San Ciriaco.