Este domingo es el Domingo del Domund, la Jornada Mundial de las Misiones, que el papa Francisco ha convocado, un año más –es una jornada que se inició en el año 1926 por iniciativa del papa Pío XI- y este año bajo el lema ‘Misioneros de la Misericordia’.

Esta jornada es una llamada de atención sobre la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización e invita a amar y apoyar la causa misionera. En esta jornada se pretende hacer oración ferviente al Señor para activar su reinado en el mundo, hacer comprender a todos la dimensión misionera, estimular el fervor misionero de todos –sacerdotes y fieles-, así como dar ayuda económica a favor de las misiones.

Los misioneros dan a conocer a todos el mensaje de Jesús, especialmente en aquellos lugares del mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está asentada. Por ello, es una jornada para ayudar a los misioneros en su labor evangelizadora desarrollada entre los más pobres, pero durante todo el año se promueven y realizan actividades de animación misionera y de cooperación con las misiones.

El lema ‘Misioneros de la Misericordia’ que el Papa Francisco nos ha propuesto para este año nos llama a mirar, querer y ayudar a los misioneros que son aquellos –sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos- que saben adelantarse sin miedo y salir al encuentro de todos para mostrarles al Dios cercano, providente y santo. Con su vida de entrega al Señor, sirviendo a los hombres y anunciándoles la alegría del perdón, revelan el misterio del amor divino en plenitud. Por medio de ellos, la misericordia de Dios alcanza la mente y el corazón de cada persona.

Acercándonos al Año Jubilar de la Misericordia, que en Roma el Papa comenzará el 8 de diciembre y en nuestra Diócesis lo comenzaremos el domingo 13 de diciembre, este Domingo del Domund nos invita a mirar la Misericordia como una expresión de la identidad de Dios, que se vuelca para ofrecernos la salvación. La misericordia es también la identidad de la Iglesia, hogar donde cada persona puede sentirse acogida, amada y alentada a vivir la vida buena del Evangelio. Y es, por ello, también la identidad del misionero, que acompaña con amor y paciencia el crecimiento integral de las personas, compartiendo su día a día con ellos.

El papa Francisco, en el mensaje para este año nos dice: “El Evangelio es fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres. La Iglesia es consciente de este don; por lo tanto, no se cansa de proclamar sin cesar a todos ‘lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos’ (1 Jn 1,1). La misión de los servidores de la palabra –obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- es la de poner a todos, sin excepción, en una relación personal con Cristo. En el inmenso campo de la acción misionera de la Iglesia, todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compromiso, según su situación personal”.

Colaboremos, pues, a que ese bien que hace el anuncio del Evangelio a quienes lo reciben y acogen sea cada vez más vivo y eficaz. Que la alegría que tenemos nosotros de escuchar y acoger el Evangelio, el amor de Dios y sus expresiones sea cada vez más eficaz, colaborando con la ayuda a los misioneros y sus obras y en esta ocasión dando un generoso donativo para que este encargo que nos ha hecho Dios, que confía y se fía de nosotros sea una realidad posible y así su llamada a que la alegría del Evangelio llegue a todos, especialmente a los más pobres y desamparados, a los habitantes de lugares donde la palabra de Dios no es tan conocida, querida y puesta en práctica.