Entiendo las dudas que a ambos lados del espectro ideológico genera la controvertida ecotasa y admito que el único precedente alimenta las sospechas. Ya me he pronunciado a favor de este impuesto en otras ocasiones, pero comprendo el escepticismo que, sobre todo desde Eivissa, origina el cómo, el cuándo y el dónde se reinvertirá lo recaudado a nivel balear.

Dado que una comisión compuesta por multitud de representantes de instituciones y agentes sociales (y ecológicos) velarán por el destino de esas partidas, que irán en función de los proyectos presentados, los portavoces pitiusos deberán armarse de argumentos para ganar su particular batalla. Está por ver quiénes nos representan.

Si el dinero recaudado se reparte, como explicamos en la siguiente información, en función de los proyectos y no con porcentajes según islas –aquello del 20% de Vicent Torres debió de oírlo en sueños-, no me cabe duda de que la guerra dialéctica en esa comisión será épica. Los más incrédulos deducirán que Mallorca será la principal beneficiada por la ecotasa cual hermano mayor. Sin embargo, estoy convencido de que valdrá la pena luchar por lo que nos corresponde en las Pitiüses.

Me sorprende la férrea oposición de algunos al impuesto turístico y su convencimiento de que el tributo apagará nuestro motor económico. Creo sinceramente que el turista pagará con gusto ese euro o dos euros diarios –el precio de un café- si encuentra las playas en perfecto estado de revista; si en su alojamiento sale agua potable y carente de sal; si la discoteca o los vecinos de turno le dejan descansar en paz; si le resulta agradable pasear por calles y paseos marítimos limpios, sin hedores ni mugre; si puede hacer uso de la bici o de un transporte público de calidad; si no se siente engañado por precios desorbitados. En definitiva, si encuentra un destino cuidado en el que se siente a gusto y bien tratado.