El viaje de sus vidas está en el aire, y no en un avión, tal vez el primero que pensaban coger en sus más de 65 años de vida, sino en un limbo legal entre impugnaciones y trampas. Ellos son de otra generación, esa que no pensaba en disfrutar la vida sino en combatirla. Los hay que vivieron los coletazos de una guerra, sufrieron la falta de libertad de una dictadura y, al más puro estilo «Cuéntame», se acostumbraron a medias a un destino en el que sus hijos son de otro planeta. Muchos de ellos nunca han dado vida a la canción y no han viajado hasta Mallorca y este año bromeaban con sus nietos retándoles con disfrutar de sus vacaciones en Ibiza y «darlo todo bailando». En su caso cualquier tiempo pasado no fue mejor, y tal vez solo echan de menos la juventud, la fuerza y la agilidad con la que hacían magia con poco en la nevera y mucho amor.

Los viajes organizados por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales son mucho más que unos días fuera de casa a un precio muy económico: son la merecida prestación complementaria de esas famélicas pensiones de jubilación que tienen nuestros mayores y que merecen ser defendidas. Porque su generación, la que no iba al dentista para que sus hijos fuesen a un colegio de pago, renunció a ese abrigo y se conformó con uno remendado de paño para que sus vástagos tuviesen la mejor ropa, la que cocinó y sigue cocinando para cinco, representa la generosidad y la entrega en su estado más puro. Ellos, que nunca se quejaron por no tener tiempo para vivir otras vidas, se merece disfrutar hoy esta, este mismo invierno en el Paraíso, digan lo que digan los demás..

Estos días leemos noticias en las que nos cuentan que Mundosenior, la empresa que se han inventado grandes como Halcón Viajes, Globalia y Viajes Barceló, ha impugnado ante el Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales (TACRC) el concurso de viajes del IMSERSO, lo que podría provocar un nuevo retraso en su puesta en marcha. En esencia, que no están de acuerdo con ganar menos y que su rival, Mundiplan, véase Iberia, Alsa y otras chicas del montón, se queden con los viajes a las islas, donde llevan 30 años trabajando. El resumen de este párrafo es que empresarios «orondos», de los que como tienen jet privado o plazas en primera no entienden el espíritu de este «negocio», quieren seguir viviendo a todo tren, y esa señora que pensaba conocer por fin la magia de Es Vedrà tendrá que irse con la ilusión a otra parte. Ellos no han pensado en sus ojos tristes, ni en sus sueños desvanecidos.

Sus razones tienen cifras: 198 millones de euros. Y yo les soy sincera, me importa un pito a quién se le adjudiquen estos viajes y quién tiene razón, porque en este caso los que no tienen por qué esperar un año más para disfrutar por fin de lo que llevan toda la vida prescindiendo, son ellos. Porque solo tenemos esta vida y no sabemos lo que dura ni el tiempo que estaremos dando guerra, y porque puede que ese viaje fuese la primera ilusión sin dobleces de la mujer de mi artículo.

El contrato del IMSERSO está valorado en 331 millones de euros por temporada, lo que supone 662 millones para 2015-2017 y más de 1.200 millones, sumando la prórroga para otros dos años más. Mucha lana de la que pica. Algunos hoteleros de las islas pueden abrir todo el año gracias a esta oferta, generando trabajo de ese de todo el año que beneficia a todos, y las Pitiusas se llenan de señoras y señores sonrientes que piden perdón en los aeropuertos por no haberse quitado el cinturón, por hablar alto por el móvil con su nuera y por reírse en los museos.

A mí me caen muy bien esas parejas que nos demuestran que el amor puede seguir intacto después de 40 años, que pasean de la mano por nuestras calles con sus mejores galas, oliendo a colonia limpia y saludando al entrar a los sitios como Dios y la educación de su tiempo mandan.

Están los que no necesitan sumarse a estos viajes, lo que esgrimen que «son de viejos» y que no quieren serlo, o parecerlo o sentirlo, pero esa señora que nunca ha cogido un avión y le prepara a su nieto en paro unas croquetas que quitan «el sentío» se merece venir este año a la isla blanca sin que ningún pez gordo se lo impida por codicia.

Me la imagino en su cocina, fregando sola los cacharos mientras otros ven la tele tranquilos en el sofá, porque ella está acostumbrada y «le gusta hacerlo», amparada en el rumor de las noticias.

-«Fíjate, total, y si me hubiese pasado como a esos pobres 40 señores del autobús que se ha estrellado yendo a donde el vino, a Burdeos. Pobres… Igual, era la primera vez que salían de España, como yo, que nunca lo he hecho. Y van y se matan en un accidente. No te preocupes cariño, no estoy triste, las cosas pasan por algo, y si no tenía que ser, es que no tenía que ser, ¿te preparo un descafeinado con esas galletas que tanto te gustan?….»

En este caso sí tiene que ser y esa maga que lleva 70 años haciendo mejor la vida de otros se merece comenzar, aunque sea ahora, a hacerlo con la suya.