La nave nodriza surcó el firmamento, en una noche estrellada, como no podía ser menos, porque en el espacio no hay nubes, según nos venden los científicos, estudiosos y leguleyos del espacio, salvo el polvo de las estrellas, que junto a la chatarra espacial que lanzan los humanos desde la ventanilla de la tierra, y que lo deja todo perdido, este, hace que sea difícil, echarse un paseo fuera de la nave, por miedo a que te impacte un tornillo o en tu traje, y que te deje echo fosfatina en menos que canta un gallo. Pero eso, como decimos en nuestro gallinero, aquí abajo, ya es moco de pavo, o como también decimos los terrícolas, harina de otro costal. Sin embargo, amados lectores, no va el asunto, ni de polvos interestelares, ni tan siquiera de lo guarretes que son los habitantes del planeta azul, que por cierto, que de lo de azul, cada vez tiene menos, pues ya me gustaría saber como llaman a nuestro planeta los habitantes de otros puntos de la galaxia. Seguramente 4732 de la Vía Láctea; o quizás tan solo le llamen por esa ubicación el planeta Pascual, o mismamente Central Asturiana; por no llamarlo simplemente el planeta de los simios. Vayan ustedes a saber. En definitiva. Yendo al grano. El octavo pasajero, ¡Sí! Han leído ustedes muy bien , no es el último personaje que sale en las listas electorales de cualquier partido, que sabe que lo han puesto por compromiso, o por pena - aunque ¡Eso sí! Él, muy agradecido - , y que no va a pillar bocadillo en el reparto del botín electoral, tras las elecciones. Tampoco es un paciente de un hospital haciendo cola para que le den cita para la consulta del especialista que se encuentra a cien mil años luz de su vez. Y tampoco me sean premeditados, al pensar de la forma más cabal y cuerda, en que el octavo pasajero es el producto de Ridley Scott, con Sigourne Weaver y John Hurt, en donde un bicho asqueroso se pasea por la nave mordiendo a todo Cristo que se le pone por delante, que eso, de antemano ya les digo que no es importante, porque total, aquí en la tierra uno muerde, incluso después de salir de misa a su prójimo, lo que haga falta y no pasa «ná»; sino por lo asqueroso del comportamiento del querubín, que va soltando babas por todas partes, dejándolo todo tan sucio en la nave espacial, como lo están las calles, y plazas de alguna que otra población de nuestra isla blanca - que de blanca tiene lo que yo de Moreno, por mucho que ponga eso en mi D.N.I.

El octavo pasajero, en definitiva es lo que en esta galaxia, se conoce como ecotasa, o tasa turística. Y no me digan que no tiene parentesco con los antecedentes de los que antes les hablé. Primero, que viene de otro planeta. Segundo, que los seres que la portan, son un grupo que pertenece a otra galaxia. Al menos, en el plano político. Tercero: Es una especie invasiva. Ha venido para quedarse. Igual que los lagartos aquellos de la serie de extraterrestres aquella de los ochenta llamada V. Cuarto: Tiene por objeto el exterminio de todo ser que quiera venir a nuestra Tierra en plan vacaciones. Quinto: Es maligna para los intereses de los propios lugareños, porque en definitiva, es un impuesto,« impuesto». Y por último, simplemente porque nos da asco, no solamente porque babee y su nombre ya, de entrada, provoque nauseas, sino, además, porque, su sola presencia, ya nos da repelús. ¡En fin! Ya veremos si se adapta, porque, ténganlo por seguro que sí se adopta.