Lo conocí cuando era un «renacuajo» que no levantaba más de diez palmos del suelo y recuerdo especialmente un sábado, a primera hora de la mañana, cuando quien escribe trabajaba en una cafetería en la zona portuaria de La Savina y él se presentó delante de mí.

- Hola, buenos días Marta. Soy Mateo, el hijo de Rafa, ¿podrías, por favor, darme la bolsa con la carnada que mi padre dejó aquí anoche que nos vamos a pescar?
Sus grandes ojos llenos de luz y su sonrisa me dejaron encandilada y en un segundo de tiempo le entregué lo que me pedía y le ofrecí un croissant recién hecho.
Lo cogió y me digo, - muchas gracias Marta, me voy que me espera mi papá.
Recuerdo, como si fuera hoy, que me quedé mirándolo irse por el pantalán y lo primero que vino a mi mente fue; «Dios, que dulzura de niño».

Al día siguiente le comenté a su padre, cuando vino a desayunar al bar, lo encantador que me había parecido su hijo y ahí me comentó que estaba haciendo sus pinitos con el wind surf.
Como la vida da muchas vueltas, y una vez comenzada mi humilde labor como reportera en distintos medios de comunicación, la figura de Mateo Sanz siempre estuvo cerca y con el recuerdo de ese pequeñajo que pedía las cosas con educación y siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
Y me hice fan de él, yo que no tengo ni idea de wind surf y que cuando hablan de mangas solo pienso en si son cortas, largas o ranglan.

Y ahora, después de varias proezas deportivas, el niño de la eterna sonrisa competirá en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Vale que representará a Suiza, ya que ostenta la doble nacionalidad, pero como dijo él en el homenaje que le realizaron en el Consell el pasado martes, «desde Suiza me están ayudando mucho en materia logística pero yo siempre seré de Formentera».

Todo esto viene a cuento sobre la importancia de la educación en valores. No soy madre, pero he dado clases de teatro a niños y adultos de todas las edades durante años y he comprendido, a través de la experiencia, que una palabra dicha a tiempo, un relato narrado en el momento oportuno o una anécdota reída al unísono por toda la familia nos hace mejores personas. Y por eso me remito a la labor llevada a cabo por otro wind surfista, ex olímpico, e instructor y mentor de Mateo, Asier Fernández, quien una vez en una entrevista me dijo que exigía a sus pupilos que tuvieran buenas notas en el colegio porque no se subsiste con un deporte como el wind surf.
Mateo Sanz no solo ha sido un buen alumno en su carrera escolar sino que demuestra ser un buen compañero con sus «rivales» deportivos. Una frase lo define: «Ahora hay que ayudar a Sergi en la recta final porque tiene posibilidades para conseguir su puesto en Río».
Nada más que añadir.