Un día como hoy, si estuviese en mi pueblo natal acudiría junto a mi madre y hermanos al cementerio para arreglar el panteón donde descansa mi padre y el resto de familia que ya no está entre nosotros.

Mi padre se fue prematuramente, víctima de una enfermedad fulminante, y apenas disfrutó 4 años de su nieto. De seguir entre nosotros, hoy en día disfrutaría a lo grande con otros dos nietos. El jefe, como le llamamos mis hermanos y yo, era un cachondo y seguramente, un día como hoy, se habría apuntado a la aventura consumista que, en parte, representa Halloween. Él no estaba muy puesto en el mundo de la telefonía móvil pero seguro que se habría hecho eco de ese whatsapps que circula de grupo en grupo y que reza: «Que celebremos el Halloween es como si en Wisconsin bajasen de romería por el Mississipi al Cristo de los Faroles».

Él era más de Tots Sants. Amaba la vida pero tenía una extraña devoción por los entierros. Pero sobre todo era un amante de la mesa y las historias o curiosidades de los lugares donde viajábamos. Cómo habría disfrutado viniendo ahora a visitarnos a Eivissa. Habría pasado horas y horas recorriendo todos los rincones de Dalt Vila, caminando por Santa Gertrudis, visitando el Puig de Misa de Sant Miquel o Santa Eulària o saboreando los encantos de Sant Joan, Sant Josep o Sant Antoni.

Él se habría adaptado a los tiempos y entendido que Halloween está ahí. Mis tías Pepita y Carmela, en cambio, habrían sacado a pasear el clásico: «de fora vindràn...».

P.D.: Un día como hoy mi recuerdo también está con Pablo y su familia. Una muy buena gente de Eivissa.