Tengo un amigo que ha sufrido un par de robos en los últimos meses. Vive en una casa más o menos aislada, en el norte de Eivissa. La primera vez le robaron algo de dinero que tenía en un cajón, poca cosa; desde entonces, asegura que jamás ha vuelto a guardar más de 100 euros en casa. La segunda vez que le entraron se llevaron el ordenador; como tampoco le resultaba imprescindible, no ha llegado aún a comprarse otro. Afirma que nunca ha tenido joyas, ni una vajilla de porcelana, ni siquiera una colección de sellos de países exóticos. De modo que, a mi amigo, actualmente, poco le queda que le puedan robar.

Sin embargo, el no tener nada no le ha librado del temor a que le roben. Al contrario. Teme ahora encontrarse con los ladrones en casa, o que los ladrones le encuentren en casa a él o a alguien de su familia (este tipo de encuentros ni se sabe cómo empiezan ni se sabe cómo pueden acabar). También teme que los ladrones, en pos del botín, le destrocen puertas y ventanas. Explica que, en los dos robos, las reparaciones le han salido más caras que el valor de los bienes sustraídos.

Por supuesto, mi amigo ha acudido a la Guardia Civil. Los guardias civiles que le atendieron fueron muy amables y comprendieron perfectamente su preocupación. Aunque pronto le manifestaron que poca cosa podían hacer: su caso solo es uno de los “muchísimos” que hay en Eivissa; de hecho, parece que el problema de los robos sobrepasa con mucho la capacidad de la Guardia Civil en la isla. Mi amigo, que no es tonto, se pregunta desde entonces a dónde van a parar sus impuestos, a qué kilómetro del AVE, a qué cajón de qué ministerio. Del Ministerio del Interior seguro que no.

Como no halla una solución ni nadie se la ofrece, mi amigo, para evitar que le vuelvan a destrozar la puerta (la nueva puerta, más cara, con más cerrojos y más llaves, pero una puerta al fin y al cabo), le da vueltas a cómo podría hacer llegar a los ladrones un mensaje: que nada tiene ya que pueda interesarles demasiado...; quizá con un cartel en la puerta que diga: “No roben más aquí, que ya no queda nada”.

Mientras mi amigo le da vueltas, el asunto de los robos ha llegado al Parlament balear. Fue en la sesión del martes pasado. En dicha sesión, el Govern balear consideró que la actual oleada de robos se debe a la «falta de recursos de la Guardia Civil». ¿Sí?,
¿en serio?... También el Ayuntamiento de Sant Antoni ha tenido la delicadeza de reunirse con Daniel Ripoll, el
vecino de Sant Rafel que ha iniciado una recogida de firmas para pedir mayor vigilancia policial. Bueno, está muy bien... Pero, en este asunto, los ayuntamientos o el Govern ni pinchan ni cortan. Hasta el momento, y cuando escribo estas líneas (el viernes), los verdaderos responsables de la situación no han dicho aún ni pío. Me refiero a la Dirección insular del Estado en Eivissa y Formentera y a la Delegación del Gobierno en Balears. Parece que los robos sistemáticos en el campo ibicenco no les producen, a sus responsables, ni frío ni calor. Si los extraordinarios problemas de inseguridad que sufre Eivissa no despiertan su interés, ¿qué se supone que debería hacerlo?, ¿qué debe suceder para que los ibicencos les ocasionen algún desvelo?... La Guardia Civil, el cuerpo que debería recibir refuerzos en el caso que nos ocupa, depende del Gobierno, y son el director insular y la delegada del Gobiernos los responsables. Por tanto, a ellos hay que dirigir las peticiones, las críticas, las exigencias o lo que sea.

Seguro que hay algún informe, o veinte, que dicen lo contrario. Pero, en Eivissa, da la impresión de que la población aumenta, mientras que los efectivos de la Guardia Civil son los mismos o quizá incluso hayan menguado. Les propongo un juego: intenten recordar cuántas patrullas de la Guardia Civil (no de Tráfico; de la Guardia Civil normal, sin especialización) han visto por las carreteras o caminos de Eivissa en el último mes...; seguramente, en ese tiempo, habrán
visto pasar diversas patrullas de la Policia Local; si han estado en Vila, es probable que hayan visto pasar un coche de la Policía Nacional; pero, ¿cuántas de la Guardia Civil?... No muchas, ¿verdad?... Sin embargo, la población aumenta, y las casitas, casas y casonas se multiplican en el campo. Para los cacos, Eivissa debe ser un chollo: muchas casas aisladas, bastantes sin medidas de protección efectivas, y poca o nula vigilancia de las fuerzas de seguridad del Estado. El paraíso del robo.