Contra la mass-media mundial, a mí me encanta cumplir años cada 15 de noviembre y celebrarlo por todo lo alto que mi humilde bolsillo permita y rodeada de amigos. La pasada semana, mientras pensaba en que hacer, me encontré con Carmen que me invitaba a una fiesta de despedida ya que ella y otra amiga, Adela, han decidido buscar nuevos rumbos fuera de la isla. Como nuestras amistades son las mismas me uní al ágape que además coincidía con el día de mi cumple en un mediodía soleado en casa de un colega en pleno centro de Sant Ferrán. Pero la fiesta, que fue perfecta, tuvo un toque agridulce, ya que por mi parte daba gracias por haber llegado a los 53 y por otro mis colegas decían adiós a la isla que aman, donde han nacido y crecido sus hijos y en la que han demostrado su esfuerzo y su capacidad de trabajo para sacar adelante familias monoparentales. La principal causa de este «exilio» a la provincia de Barcelona y a Gran Canaria, respectivamente, se centra en la falta oportunidades laborales fuera de la temporada turística y, sobre todo, en el altísimo precio de las escasas y casi nulas, viviendas para todo el año. Se marchan dos personas muy queridas a las que vamos a echar de menos por su alegría y su saber hacer, y como la cosa siga en este rumbo muchos más «forasters de bé» dejarán una isla que cada verano ve como vienen más empleados «satélites» a ocupar plazas laborales por tres meses y que acabará siendo un enclave «dormitorio». Tiempo al tiempo.