Este miércoles a eso de las ocho de la tarde eché un vistazo a Facebook mientras terminaba las noticias del día y al ver una preciosa fotografía en blanco y negro de un hombre riendo con una sonrisa clara y radiante el corazón me dió un vuelco. Fue un repentino vacio en el pecho. Fue esa horrible sensación que sentimos cuando no nos queremos creer algo pero sabemos que no hay marcha atrás. En resumen, la asquerosa sensación de conocer de golpe que alguien al que estimábamos ha fallecido.

Desgraciadamente la persona que se nos fue el miércoles por un cáncer de pulmón no era un cualquiera. Toni el Mahonés o Toni de Can Pujol era una persona sencillamente excepcional. No voy a detallar en estas líneas todas sus bondades y lo que supuso para la isla porque para eso están los que le conocieron más, pero si me van a permitir que rinda un pequeño y humilde homenaje al pequeño hombre, con pinta de duende de Harry Potter, que con su sonrisa y sus bromas constantes animaba tanto a sus compañeros de puesto como a los que acudíamos a dar un paseo o a comprar algo. Y por supuesto, rendir un merecido homenaje a esa persona que, junto a su compañera Andrea, me abrió su Museo Etnográfico de Es Pujol en Santa Agnès cuando yo acababa de llegar a la isla y era un periodista que comenzaba en la prensa ibicenca. Fue una mañana inolvidable y ya nunca volví a olvidar su cara, sobre todo, porque cuando nos cruzábamos siempre tenía una broma distinta preparada para mí y para mi mujer. Unas bromas que ya nunca disfrutaremos aunque siempre nos quedará su aceite picante, sus aceitunas o sus hierbas. Toni, hoy más que nunca levanto el vaso y brindo a tu salud. Se que estés donde estés me mirarás, guiñarás un ojo a Lina y juntos os reirés a carcajada limpia cuando ponga mi tipica cara de... «¿pero qué coño es esto?» Da igual. Hoy, como siempre te lo permito todo.