Oh, sí! Que monos eran esos tiempos del blanco y negro. Aquellos en donde siendo niños, nuestros maestros y tutores, curiosamente, también en blanco y negro, se esmeraban lo suyo, para transmitir aquellos conocimientos en los que creían firmemente y según la doctrina Nacional:¡ La letra con sangre entra! ¡Eso sí! Con gran talante, respeto y educación.

- ¡Ponga usted la derecha, ahora me pone la izquierda. Que ya se le amorató la primera, y no me está sintiendo el espíritu nacional, grande y libre, de las cosas bien hechas, para las que le estoy educando! -

Y todo ello con el más firme objetivo, de que nuestra caligrafía, nuestra ortografía y sobre todo nuestra moral, fuesen por el camino de la rectitud y del entendimiento. Aunque debiera decir en este punto, que el entendimiento era más, hacia el mas propio y puro interés del que poseía la varita en posición amenazante, que hacia el que nosotros mismos y de forma redundante, hubiéramos deseado desear. Para entendernos: Que esos mismos comprendiesen que los tiempos del garrote vil se estaban acabando.

Pues ya me estoy imaginando, con estos bellos recuerdos del ayer, que aquellos que vivimos esos momentos; y en eso estaremos de acuerdo que, tanto ustedes como un servidor, y en definitiva, aquellos que recibimos alguna que otra amonestación, ya fuera en forma de colleja, garrotazo o lo que cayese venido del cielo, ¡Eso sí! " siempre por culpa del otro compañero de pupitre", (puesto que nosotros siempre fuimos unos santos), siempre fueron debidas a causas inherentes al color blanco y negro, bien explicadas en el Nodo,(a veces de color gris, sobre todo, por esa cosa de depender de quien corriera delante de quien), en ese periodo histórico e histérico que nos tocó vivir en aquellos «maravillosos años». En este punto les recomiendo que ambienten este artículo con la canción de Joe Cocker - With A Little Help From My Friends. No les ayudará a superar el drama, pero les pondrá romanticotes y pachangueros.

Lo curioso del asunto es que por algún que otro motivo que desconozco, tal vez generado por esa energía que nos daba el ejercicio sano en las manifestaciones populares, y ese gran deseo por alcanzar nuestra verdad, y no la verdad de aquellos que nos daban bambú churap churey, sin duda fue un factor que nos hizo más fuertes, y hoy, más gordos, porque ya saben amados lectores, que lo que no mata, engorda. Y es que los tiempos han cambiado. Tanto, que nuestros Ni-Ni’s estudiantiles,(ya saben: ni estudio, ni trabajo, ni ná de ná), de mínimo un metro noventa de altura y de bulbo raquídeo cero, se encuentran en otro nivel, principalmente el de estar pegados todo el puto día al «guasap, al feisbuk, al tuiter y al yo tuve» y parecen no enterarse de la misa la media, salvo la de quedar en un «party» donde haya «fiestuqui», ya sea frente al Pachá, o frente al Congreso de los Diputados, para abrazarse fraternalmente a una farola junto el resto de la tribu. Ahora son otros tiempos: los del Peace and Love, aunque el Plus y el wifi en el salón. Y no les des bambú, porque conocen sus derechos como nadie, todos ellos, aprendidos en el Internet- ational College, y de manos de su más preciado maestro y asesor, «gugel» porque te ponen un pleito que te...

Siempre he temido a las nuevas generaciones. Ya me temía a mí mismo cuando lo era, y las sigo temiendo y las temeré. No por lo que son. Sino por lo que pueden llegar a ser: abiertas, frescas y libres. No hay nada mejor que lo fresco, tierno y joven. Quizás una lechuga. Pero en este caso haré una excepción y dejaré claro que por muchos 20 de noviembres que haya habido o vuelva a haber en este mundo, siempre habrá lechugas frescas, dispuestas a luchar por la verdad. A equivocarse, y a recibir de lo lindo. Porque como ya dijo una vez el maestro Alberti, que también fue lechuga: «Se equivocó la paloma. Se equivocaba»

Después de todo: qué bello es equivocarse en libertad. Y qué gran Genio de la palabra fue Alberti.