Me pongo en pie ante el lumbreras que firmó el contrato para que la zona de aparcamiento del nuevo hospital de Can Misses fuese de pago para los usuarios. Acudir a un centro sanitario es, normalmente, un trance desagradable por el que todas las familias, tarde o temprano, tenemos que pasar. Mucha gente tiene que dejar desatendida su vida personal para cuidar de familiares en el hospital que no pueden valerse por si mismos. Algunas personas, incluso, se ven obligadas a dejar de trabajar para poder estar con los suyos en momentos duros y complicados. Los que tienen más suerte, sólo tienen que dejar de ir al cine con los amigos o pasar menos tiempo con su pareja e hijos para acompañar a un padre, hermano o abuelo enfermo. Una situación que no es del agrado de nadie y por el que, además, tienes que dejarte parte de tu sueldo para poder dejar tu vehículo aparcado cerca del hospital. A mi parecer, una auténtica estafa y una nueva brillante idea de nuestros políticos. Y por si fuera poco, los aburridos pacientes también tienen que rascarse el bolsillo si quieren desconectar un rato del tedioso día a día y ver la televisión. Sí, alguno se excusará en que esta situación se repite en la mayoría –si no todos– de los hospitales españoles. Pues miren, me da igual. Es un timo aquí, en Salamanca, en Almería y en Pontevedra. Y es que al parecer, uno ya no puede enfermar sin que le salga por un ojo de la cara. En fin, así nos va. Vivimos en un país en el que los asesinos tienen las máximas comodidades en sus cárceles y los enfermos tienen que pagar por ver la televisón. Bravo.