Un antes y un después del 16-D. A medida que se acercaba el 20-D la campaña electoral iba creciendo en intensidad pero nadie podía sospechar lo que ocurrió la tarde del miércoles en Pontevedra. El presidente del Gobierno y candidato popular visitaba su casa.

Hasta aquí todo normal. Mariano Rajoy continuaba con una campaña que prolifera en espacios televisivos nunca antes vistos y acompañada de los ya clásicos contacto directo con la ciudadanía. Todo seguía el guión hasta la aparición de ese puñetazo lanzado por un joven de 17 años contra la cara de Rajoy.

Tras su detención, el joven fue jaleado por un grupo de amigos que aplaudían su violenta acción acompañada con un signo de la victoria. Una actitud que otros muchos celebraban desde el anonimato que dan las redes sociales como twitter o facebook. La libertad de expresión es uno de los pilares de la Democracia pero no hay que confundirla con un con el libertinaje para aplaudir y jalear acciones tipificadas como atentado a la autoridad. El agresor se librará de una pena importante porque es menor de edad y también porque el agredido no denunciará los hechos.

Esta vez, el siempre gallego Rajoy se mantuvo firme con una actitud ejemplarizante. Quitó hierro a la agresión desde el primer momento, defendió la labor de la escolta y huyó de buscar cualquier rédito político al hecho. Los candidatos de la oposición también tuvieron una reacción de condena unánime y apoyo al candidato popular. No todo vale en política y algunos jóvenes deberían valorar un poco más la democracia.

Las redes sociales están bien pero a veces tienen efectos demasiado perversos para la convivencia en paz.