En este domingo, dia en que en España son las elecciones generales, acontecimiento importante y determinante, tenemos también ya la Navidad a la puerta. ¡Que fiesta más maravillosa que bien vivida nos hace felices y nos mueve a hacer felices a los demás! Y deseo compartir con vosotros algunas reflexiones para desearos, hermanos y amigos todos de Ibiza y Formentera, una santa y feliz Navidad.

En este día escuchamos las palabras con que el ángel anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús en Belén: «Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). En Navidad resuenan con fuerza las palabras del evangelista Juan: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn, 1, 14). Esta frase muestra el contenido propio de la fiesta de la Navidad y el motivo de la alegría navideña de los cristianos; una alegría que se ofrece a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

En estos días en las parroquias, en muchos hogares, en algunos comercios y otros lugares hemos colocado las figuras del belén. Y allí vemos a Jesús, niño en el pesebre, con la Virgen María, San José, los pastores, los Reyes Magos…Ese Niño, que yace humilde y pobre en el portal, es el Mesías esperado, es la luz para el pueblo que camina en tinieblas (Cf. Is 9, 1). Al pueblo oprimido y doliente se le apareció “una gran luz”. Es la luz de la nueva creación. En el Niño de Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer en el cielo para la humanidad y despeja las tinieblas del pecado y de la muerte. La luz radiante de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de esperanza. Es la luz divina que da valor, sentido y dignidad a la vida de todo ser humano. Sin esta luz divina todo estaría desolado y nada tendría sentido. Dios se hace hombre para hacernos partícipes de su misma vida divina y de su gloria eterna. La gloria de Dios es que el hombre viva, y la gloria del hombre es el mismo Dios, decía San Justino.

Jesús, el Niño que nace en Belén, es la Palabra eterna de Dios hecha carne, la expresión de la misericordia del Padre. El Niño que nació en Belén, acogido en el seño de la Inmaculada Virgen María es el encarnado Hijo de Dios. Dios y Hombre, la divinidad y la humanidad, unidas en una sola persona: el Niño-Dios nacido en Belén. Prueba del amor que Dios nos tiene, Dios que se hace persona para que las personas aprendamos a ser personas.

La Navidad es una expresión de amor. Es el amor infinito de Dios Padre, que envía al mundo a su Hijo Unigénito para abrirnos el camino hacia Él, para darnos su propia vida y su amor. Navidad es el misterio del amor del «Dios con nosotros», el Emmanuel: Dios entra en nuestra historia humana y viene a la tierra para entregarnos su vida por amor. Con su venida vence la luz a las tinieblas, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.

Jesús, la Palabra de Dios hecha carne y nacido en Belén, nos invita con fuerza a dejarnos encontrar por Dios, a creer en Dios y a entrar en una vida nueva: es la vida que Él mismo nos ofrece en abundancia, la vida misma de Dios. Hay personas que afirman que no necesitan de Dios; se creen autosuficientes y parecen empecinarse en vivir de espaldas a Dios. Y la experiencia nos enseña que así se vive en un error. El ser humano está hecho para el amor: necesita amar y ser amado; busca seguridad y reclama consuelo en su desvalimiento; busca y necesita la felicidad, busca y necesita la salvación. Y esto sólo viene de Dios.

En Navidad, Dios sale a nuestro encuentro porque nos ama. Es preciso dejarse encontrar por Dios, es preciso creer y confiar en Él, es necesario dejarse amar por Él. Como los magos del Oriente salgamos en su busca; lo encontraremos en el «niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre». Todas las preguntas del hombre antiguo, moderno o posmoderno, tienen en Jesucristo su respuesta, porque Él es la palabra definitiva de Dios.

Jesús es y nos trae la Buena Noticia. Como nos dice san León Magno, «alegrémonos, hoy ha nacido nuestro Salvador. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida». Esta invitación a vivir la alegría es un ofrecimiento y una llamada para todos. Alegrémonos: la salvación ha venido por Jesucristo al mundo y algo ha cambiado definitivamente desde entonces. Y algo puede y debe cambiar en nuestra vida, si contemplamos, adoramos y acogemos al Niño-Dios, nacido en Belén.

Por lo que es la Navidad, mi invitación a acogerla, meditarla y celebrarla, y así que tengáis todos, en Ibiza y Formentera, una feliz y santa Navidad.