Twitter es un invento fantástico. Te permite identificar a los cretinos con poco esfuerzo, con un simple vistazo. Twitter tiene muchas utilidades. Los partidos políticos lo usan para intentar difundir su mensaje, pero sobre todo para descalificar a los rivales con muchos tuits que, sinceramente, rozan la calumnia y el mal gusto. Comparto bastante la opinión de un periodista cuando hace unos días dijo que twitter pasó de ser «un refugio para tantos tontos a una organización de malvados». Algunos usan twitter no se sabe muy bien para qué porque en sus periódicos tienen muchos más lectores que los que le proporciona un tuit escrito en apenas 140 caracteres. Otros, en cambio, utilizan twitter porque no tienen otro canal de comunicación. Normal. Pero los peores son los que usan esta red social para desprender todo el odio que llevan encima a través de sus comentarios, que saltan a degüello por cualquier cosa, y donde el tuit rebosa una violencia extrema. El Govern de Armengol ha colocado en cargos públicos a varios tuiteros profesionales que se dedicaron en la pasada legislatura a masacrar al equipo de Bauzá. Ahí están con un buen sueldo, más que merecido por otra parte por su insistencia y perseverancia. Las palabras, al fin y al cabo, son palabras, aunque muchos se hayan acostumbrado a ser agredidos y calumniados a través de twitter. El problema es cuando esa violencia verbal deriva en violencia física. Es lo que ha pasado en esta campaña electoral, en Pontevedra, cuando un joven que se considera de extrema izquierda se colocó al lado del presidente del Gobierno y le lanzó un puñetazo en toda la cara. Ha sido la noticia de la campaña que acabó el viernes por la noche, unos hechos que, lamentable, pasarán a la historia más allá de lo que dijeron los candidatos durante dos semanas. Muy triste.