Vamos abocados a unas nuevas elecciones. Ni el PP cambiará a Rajoy por otro candidato o candidata, ni el PSOE se abstendrá, ni Podemos, por sus compromisos con la marca blanca de Ada Colau, renunciará a su petición de convocar un referéndum en Cataluña. Todo sigue igual que hace una semana o peor. Porque ahora Pedro Sánchez, la alternativa a Rajoy, está más débil que el día después de las elecciones. El problema de Sánchez es haber pretendido darse tanta prisa en mover ficha. Ha cometido un error de principiante. En lugar de esperar a ver cómo se las arreglaba Rajoy para configurar una mayoría, Sánchez ha movido tan rápido sus fichas que por poco le mueven su propia silla. Ojo que no sea el candidato del PSOE si se repiten las elecciones generales. Imagino que Rajoy, dentro de su desgracia de haber perdido la mayoría absoluta y más de 60 escaños, debe divertirse mucho con el vía crucis de Pedro Sánchez. Ante este panorama esperpéntico, donde convendría escuchar más voces sensatas como las de Abel Matutes anoche en 13TV, Pablo Iglesias cada vez se lía más cuando intenta provocar una revolución política en España, una segunda transición. Decir que sus diputados renunciarán a un plan de pensiones que ya no existe desde 2012 es una metedura de pata descomunal. Afortunadamente Pablo Iglesias ya no pone Venezuela de ejemplo, pero tenemos memoria. Dentro del drama, se agradece la postura responsable de Albert Rivera, que ha sabido hacer una lectura del resultado electoral. Lo peor no es la poca talla de la mayoría de nuestros políticos. Lo que será dramático es cuando haya nuevas elecciones y la situación esté igual o peor que ahora. Si alguien tiene una solución, que la diga. Y pronto.