Personas que tienen un puesto de trabajo pero que están obligadas a elegir entre pagar el desorbitado precio de la vivienda en Eivissa, abonar las indecentes facturas de la luz, que en los últimos años han subido el doble que en el resto de Europa, o simplemente alimentarse. Es la terrible disyuntiva que tienen ante sí un colectivo de personas que cada vez se hace más numeroso en las islas. Lo llevan diciendo desde hace tiempo Cruz Roja o Cáritas. Este verano las personas sin techo han aumentado exponencialmente en nuestra isla. Gente cada vez más joven que viene a hacer la temporada pero que no puede permitirse pagar ni una habitación para sacar algún beneficio de los meses de trabajo. Personas que, durante el día, trabajan de sol a sol en hoteles o restaurantes y que tienen que pasar la noche en un cajero automático.

Lo que pasará en el futuro es obvio a pesar de las miopes miradas de algunos. Durante la temporada turística seguirán viniendo multimillonarios que sacarán la billetera para pagar miles de euros por una simple botella de champán francés. Ricos de todo el mundo a quienes servirán camareros que, en algunos casos, habrán pasado la noche en el colchón de un garaje. Pero esta situación no puede alargarse mucho. Algún día, esperemos que en un futuro no muy lejano, la economía mejorará y a muchos de los que vienen ahora a hacer la temporada no les compensará malvivir durante seis meses para sacar tan poco beneficio. De hecho, ya está pasando. Muchos trabajadores se están yendo a los pocos días de pisar la isla ante la imposibilidad de encontrar una vivienda asequible. Quizás es la hora de pensar que, con esta situación, es posible que la gallina de los huevos de oro no sobreviva muchas temporadas más.